
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
La aceptación de la homosexualidad y todos sus grados como parte natural de la sexualidad ha creado un círculo entre la feminidad y la masculinidad. Frente a la figura tradicional de dos polos que se atraen o se repelen, que se complementan o se deniegan una circularidad sexual en donde cada sujeto halla su punto peculiar e indiferente. ¿Masculino o femenino? ¿Hombre o mujer? La continuidad de los términos elimina las terminaciones, las determinaciones y, en consecuencia, cualquier contradicción. Toda atracción será, en adelante, un segmento imantado de la ecuación general y, por lo tanto, como ya está sucediendo en las ciudades, las familias no serán unidades estancas sino que en la conjunción de unos y otros, reunidos y separados se formará un concierto cuyos nexos irán desapareciendo en cuanto nudos y serán precisamente hilos que se trencen en un solo texto de amor. ¿El paraíso celestial? ¿El definitivo amor de los hermanos? ¿Fila-delfia, al fin?