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Paseo y extravío

Por 14 de enero de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Rafael Argullol

Rafael Argullol: Ahora, estando en la ciudad que logra equilibrar la mirada antigua, la memoria antigua, como el presente poderoso, es cuando se posibilita el encuentro de una manera mucho más sensible y compleja.
Delfín Agudelo: Creo que el encuentro en una ciudad que sus calles tienen nombres mas no números cumple una función espectacular en el paseo en el cual uno se deja perder. Para esto considero que es fundamental tener poco sentido de la orientación, y es delicioso. Lo recuerdo perfecto: caminando por la calle Lafayette, vi una calle bonita y tomé a la derecha, me encontré con el Pasaje del Cairo, y ahí qué hay: te aventuras y ya estás pensando en el Cairo; no estás allí, pero tienes una calle que te refiere de inmediato. Lo atraviesas, luego tomas el Pasaje Verdau, y de un momento a otro te preguntas dónde estás, en qué dirección ibas. Luego aparezco en la calle Cadet, donde esa mañana había tomado un café con una mujer hermosa. Qué sucede: el nombre de la calle te permite la pérdida porque se convierte eventualmente en aquello que estás buscando, si  puedes someter el azar a una traducción precisa. Otro día salí a caminar con la idea del azar absoluto, y sin darme cuenta aparecí en la Allée André Breton. Y en ese momento sabes que París es la capital de los encuentros: el atravesarte con un nombre que es una referencia inmediata con el azar objetivo.
R.A.: Si, además es el laberinto-mundo, tanto Londres como París -pero repito, especialmente París- porque no solo te traslada a todas las etapas de la historia sino que te traslada prácticamente a todos los países del mundo. En ese sentido la auténtica mundanidad de París es ésta, el hecho de que tú a través de tu propio extravío puedes llegar al mar de la China y puedes llegar a Patagonia, y puedes llegar a un presidente de Chile y puedes llegar a un déspota mongol, aparte de evidentemente escritores de todos lados que muchas veces han pasado por París o han estado viviendo o creando allí. Eso naturalmente da una densidad extraordinaria. Por eso evidentemente es muy difícil que una ciudad, si entra en un proceso de decadencia en el sentido de sequedad, pueda tener altibajos, pero como testimonio de alguna manera de lo que ha sido el espíritu de la humanidad es un testimonio muy vivo. Y sobre todo ese poderse perder en el testimonio, poder estar desorientado en ese testimonio. Una cosa es leerlo en un manual, y la otra es experimentarlo a través de esa pérdida, de esa orientación. Estoy de acuerdo contigo: una de las grandes condiciones del viajero es saber orientarse, y la segunda gran condición es saber desorientarse. Las dos son absolutamente imprescindibles. Y más en un mundo como el nuestro; saber orientarse para evitar la caída en errores o peligros evidentes pero una vez tú marcas tus propias señales de orientación tienes que saberte desorientar, tienes que dejarte desorientar. Y en ese sentido es muy interesante cómo van penetrando, de la misma manera que en Roma van penetrando estratos urbanos de la Roma antigua, la Roma renacentista, la barroca y la del XIX, en París, donde también entran los estratos urbanos, hay esta especie de libro universal reflejado en las calles, esta enciclopedia reflejada en las calles en la que tú vas consultando de la manera más azarosa. Evidentemente eso si sucede en el terreno general de la cultura a la fuerza tiene que suceder en el terreno particular de la vida.

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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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