Vicente Verdú
El señor Zapatero resulta tan pesado que aún tratando con 100 ciudadanos en la escena, en directo, en primicia, en máxima expectación, ha sido capaz de convertir el programa de la noche del martes en uno de los mayores turres de la temporada. Todos los análisis sobran si a propósito de una emisión el tedio se alza como soberano protagonista. Imposible concebir hoy a un buen político sin comunicación y, simultáneamente, parece imposible que sea elegido un candidato de este plúmbeo talante. Sólo la explicación de que los electores se encuentran secuestrados por los tópicos de la izquierda o la derecha ayuda a entender el desatino que significan personalmente los líderes actuales. Pero acaso cuanto más aburridos espectáculos como el del martes pasado se repitan, las gentes empezarán de nuevo a elegir con inteligencia y libertad. O a no elegir si las condiciones de representación continúan siendo invariadas.
En el programa del martes (“Tengo una pregunta para usted”) uno de los asistentes asoció la corrupción política al anacrónico procedimiento de representación, comunicación y control. Le preguntó a Zapatero si no consideraba que era el momento de revisar el funcionamiento del sistema pero fue patente que Zapatero no comprendió el alcance de la interrogación. Dijo que se sentía esperanzado con la incorporación de la mujer que él favorece con las paridades y discriminaciones positivas. Pero no se trata efectivamente de una cuestión de sexo sino de sentido. Se trata de sentido contemporáneo, se trata de empatía, de ironía, de innovación. Y sí, se trata de seso también. Del seso creativo que le falta a este Presidente procedente de las muy oscuras zonas del partido y de su acartonado y cansino modo de estar o de ser.