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El sofá

Por 5 de junio de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Vicente Verdú

Un elemento de aparente segundo orden pero no de segunda fila es el sillón de la sala común. En los tresillos, el sofá posee la primacía espacial aunque sólo sea por su volumetría. Pero el sofá pose tanto más volumen cuánto menor prestigio y hay sofás que hasta se descaracterizan y arruinan en función de su exagerad longitud y su desproporcionada aparatosidad.
Mayor masa, menor peso simbólico, en general. Poseerá un volumen descomunal pero no un prestigio paralelo. A las visitas que corrientemente, se las asigna un acomodo en el sofá se sienten de inmediato expuestas al escrutinio de los anfitriones y mientras los señores de la casa se acomodan en los sillones que con sus brazo aumentan su categoría corporal los del sofá ven disminuir sus atributos dialécticos y anatómicos comparables con el poder en la reunión. Los amos o cónsules de la casa serán superiores -no sólo en la medida que patrocinan la reunión sino en la dinámica inscrita en la escena de encuentro. Porque se sitúan aunque no se quiera en el en la dominante jerarquía del estructurado mobiliario.
¿Quién inventaría el tresillo? ¿Cuántas cosas no se encierran en ese conjunto que en la práctica traduce la majestad de los sillones y la subordinación colectiva del sofá? En cada sillón se aposenta una persona. Cada sillón es una voz que habla y escucha, un juez que se plasma sobre el grupo que ocupa cortés y obedientemente el sofá.
Porque no se trata de que dejemos a los invitados deliberadamente atados o plasmados en ese frente que tarde o temprano se revelará como sujeto a la inspección de las piezas que son los sillones sino que el tresillo como conjunto impone su ley simbólica que separa a los establecidos en el hogar y de quienes llegan a visitarnos. La relación entre la supuesta naturalidad de quien hospeda y la natural inhibición de quien es recibido decide la estructura semiótica del tresillo y, por derivación, su marcada relación de fuerzas inherentes al sitio donde se aposentan unos y otros. Los otros son patentizados en la hilera del sofá mientras los amos de la casa se sitúan , aún inconscientemente, en el puesto que permite contemplar el completo panorama y, siempre, juzgar, calificar y sentenciar.
Nadie, sino el rígido mismo mobiliario, ordena esta estructuración que determina incorregiblemente el diálogo y la autoridad de unos y otros. El diálogo a menudo se establece desde el ser del sillón al conjunto de los demás que ocupan del sofá y raramente el sofá en cuanto colectivo dirige la conversación de los demás componentes. No hay muchos sillones en la mayoría de tresillo y si se llama así al conjunto es como efecto de estar formado por un par de butacas y un solo diván. Los del diván son mensajeros o representantes del mundo exterior y los que ocupan los sillones, encarnaciones de la existencia interior a la manera de recipiendarios.
Al margen, sin embargo, de las visitas, el sofá se expone como un mueble asociado a la conversación, la televisión y, en general, la ociosidad. Hay sofás para ver la tele, para acoger la siesta, para albergara al desasido o para llevar la holganza a su más representativa condición. Son muebles que se presentan en la intimidad como confortable solares de la pereza y en su condición de receptores de la holganza y los momentos de socorro más o menos solaz. Sólo se yerguen como receptáculos de poder cuando las vistas los invaden. Pero también nosotros conocemos que ese circunstancial poder mobiliario no deshará más adelante nuestro mandato sobre su estructura. De hecho una estructura del sofá casero invita a considera la mayoreo menor confortabilidad de la casa en sus esencias. No hay casa moderna, en efecto, sin el ocio de sofá. La vivienda de hace siglos incluía el sofá como complemento a la organización del recibimiento. Pero hoy el sofá actúa como un estrecho complemento de nuestro ocio personal, íntimo y merecido dentro de casa
De hecho, no hay casa que se presente dentro de su imaginario confortable el concurso del sofá. De otro modo esa amputación la convertiría en lugar adusto o labora, cuarto disciplinario donde, en el extremo, tan sólo se hallaría como una colectiva habitación de castigo, propensa a la igualación, el debate o la interrogación feroz. ¿sería por tanto el sofá la representación de la conversación liberal y en libertad? Hay efectivamente sofás caseros que reproducen la suciedad del domicilio y su subversión política o sofás pulcros que aluden al orden del salón donde no se entra sino con motivo de visitas atildadas. Pero los otros, desventrados y malolientes, muy maculados y usados, poco atendidos connotan, en fin, con el quehacer más o menos rebelde de los habitantes del piso puesto que el sofá viene a ser el locus del ocio. Y la locura de locuaz ociosidad. Sin ellos, la casa pierde toda identidad hacia la causa. En el rostro del sofá se imprime la vida ordinaria o subversiva de la casa y de una u otra forma los inocentes tresillos funcionan como una traducción de las biografía que comparten el piso sea como insignia de lo que sus habitantes creen o no creen.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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