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El poder del vacío

Por 1 de octubre de 2008 Sin comentarios

Vicente Verdú

Uno de los mayores, más hermosos e importantes desafíos de la ciencia es el vacío. Del vacío nada se podía esperar pero ahora una colosal parte del todo halla en él su causa. El vacío se asemejaba a una mente lela, una cuestión sin sino, puesto que tanto en la física convencional como en la simbología equivalía prácticamente a nada. Y la nada, nada puede dar. Dios es la plenitud y mediante ese depósito de sustancia se originaría todo. ¿Que ocurre sin embargo cuando se conoce que el vacío no es insulso ni insustancial, lerdo o inexistente, sino precisamente una "sustancia".
 
En la física tradicional la nada no llegaba siquiera a ser igual cero como en la aritmética donde el cero cuenta tanto. La nada no contaba nada. Carecía de narración y de valor, de consideración y significado. No obstante ¿cómo no sospechar que algo así poseería la amenaza del silencio, la oscuridad o lo oculto? La potencia acaso de la muerte.
 
Literariamente la nada promovió la espesa y hasta nauseabunda existencia sartreana en el existencialismo, cuando el horror de la segunda guerra abrió los ojos a los negros pozos de la condición humana. Pozos humanos revelados como una versión, entonces desconocida, de los agujeros negros en el cosmos y de los redescubiertos vacíos que ahora en las investigaciones de la física hologramática brindan una respuesta esencial, aunque todavía sin expresión completa y acaso sin ella. ¿Sin límites? El vacío, en efecto, no se puede oler, palpar, ver ni medir. Y, sin embargo, de esta bárbara y anúmerica condición extrae su fuerza y su aposento. Su carácter y su fundamento. El vacío, afirman los físicos que capitanea Peter Higgins, trabajan en el nuevo acelerador suizo de partículas (el CMS -Selenoide Compacto de Muones- del LHC -Large Hadrod Collider) no puede asimilarse a la nada. La nada es poca cosa en comparación con la majestad del vacío. Si de una habitación se extrae hasta el más ínfimo y último residuo el resultado no es la nada sino un espacio potente que consiste en el cuerpo del vacío. Los cuerpos celestes, las gigantescas galaxias, se ven condenadas a atraerse por la fuerza de la gravedad, pero se sienten impulsadas a alejarse entre sí por la imperiosa orden del vacío. Una fuerza significativamente maldita puesto que si lo que aproxima es amor, lo que distancia viene del odio.
 
El incansable odio del vacío, siempre en tensión centrífuga, encaja en principio mal con su pureza aparente. El vacío es transparencia pero, a la vez, ¿esa transparencia paradigmática viene a juntarse con la máxima identidad del mal? La transparencia del mal es el título de un libro de Jean Buadrillard que tanto nos empujó a ver lo invisible, apreciar lo inapreciable, darle valor a las corrientes que sin vistosidad promovían la engañosa simulación del mundo.
 
 El vacío y su energía transparente dan razón a Einstein, tras sus muchas vacilaciones respecto al universo en expansión. De hecho esta crucial vacilación resulta también en su vaivén misterioso el nombre (vacilón) que algunos científicos como Rújula han elegido para nombrar a las incontables partículas de un vacío.
 
¿Partículas, pecios, del vacío? A primera vista el vacío se expone como un tejido liso, sin costuras, fisuras o accidentes. Una lámina de luz sin luz o una auténtica exhalación sin aire. ¿Partículas en ese concepto ideal? Las partículas a la manera que se presentan en lo lleno, pululan en lo vacío. Tampoco se ven directamente pero su sensibilidad se expone, pese a su existencia oculta, cuando el Large Hadron Collider (LCH) de Suiza hace vibrar su sustancia vacía, la sustancia que forma el intangible bulto del vacío. Sobre la vibración que provoca el LCH y tal como sucede al sacudir una alfombra brincan como un polvo plateado el azúcar particular que forma el vacío.
 
Su composición de partículas y la particularidad de su naturaleza es la pesquisa en que se empeñan actualmente miles de físicos con la esperanza de hallar explicación primordial sobre lo más grande y lo más pequeño conjugados también por lo que aparentaba ser el nivel cero de la inanidad absoluta. El mal, la nada, el vacío activo, las partículas malditas (goddamed particle) vienen a ser como las semillas del universo. No todo el universo existe en virtud de estas semillas del diablo pero si el universo prospera, si se expande, si no cae el cielo sobre nuestras cabezas, dice Álvaro de Rújula, físico teórico del Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) será gracias a la violenta conducta del vacío, siempre impulsando hacia la dilatación, actuando sin cesar como una insaciable sed de distanciamientos. ¿Amar al universo? ¿Abrazarse a la Naturaleza? ¿Quién puede asegurar que en ese movimiento no hallemos la muerte? Es decir, la vida misma, la palpitación de la ansiedad permanente por ayuntarnos en el mismo deseo, eternamente insatisfecho, de ser amados por el mundo, amados por una muerte vacía que no tienda a vaciarnos, exviscerarnos.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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