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El pan tostado

Por 18 de enero de 2010 Sin comentarios

Vicente Verdú

Una distancia incalculable separa al pan cocido del pan tostado. Apenas se requieren unos segundos al fuego para traspasar la frontera pero ese periodo es suficiente para matar en el pan su primera inocencia y convertir el producto en una seña relativa al orden de la alimentación intencional.

El pan sin tostar resulta explícito, demasiado hermoso, obviamente simbólico y saturado de evocaciones poéticas, místicas o penitenciarias.  El pan tostado, en cambio, constituye un paso inequívoco hacia la civilización. En todo Occidente se consumen diferentes clases de pan pero un punto que anula las diferencias se dibuja en el tostado. Todos somos ciudadanos en el pan tostado puesto que expresivamente remite a nuestro domicilio olfativo y a nuestros hábitos comunes. 

El tostado promueve el paso de la fabricación elemental a la complejidad de la escena doméstica donde su aroma hace las veces de una documentación intervecinal. 

El pan crudo o sin tostar dice poco o dice algo demasiado trascendente mientras que el pan tostado pronuncia en la cocina concreta un lenguaje  articulado al sistema de la cotidianidad. El pan crudo es bíblico o infinito mientras el tostado es concreción, vida personalizada y finita. En el primero reina sobre la mano del hombre la mano de Dios o de la FAO pero en el segundo ha sido eliminada la voz grandiosa  por completo.

 El pan cocido pertenecerá al más simbólico  pero el pan tostado encarna la máxima inmanencia, la ración de vulgaridad inmediata. Un pan duro sin tostar todavía continúa despertando  reverencia pero el pan duro tostado no vale nada, es ruin o carbón deshechado..  De este modo puede considerarse al pan sin más como el pan auténtico, el super-pan destinado a los milagros  mientras el pan tostado brinda  un cobijo circunstancial de sólo paganas, aunque interesantes, consecuencias.

De hecho, nunca un desayuno "continental" se considera perfeccionado  si faltan las tostadas bien sea por defecto o por depauperado apresuramiento. El tiempo meticuloso que el pan reclama para transformase en pan tostado posee la medida esencial del refrigerio y constituye el espacio teórico donde se imparte afecto para sí o para los otros.

Esa porción de espera que reclama la actuación del fuego tiene el sentido de una inversión hedonista del tiempo. Tostándose el pan, el tiempo discurre  parsimoniosamente y la  morosidad viene a ser como una metáfora de la conversión de la superficie sin trabajar en una tierra dorada donde lo que parecía mudo o baldío empieza a crujir y la sosa naturaleza blanca se hace inteligente.

No todos los panes tostados son extraordinariamente  listos pero siempre se los observará instruidos. La razón no es otra que la de haber recibido un suplementario de culturización y de ese modo se acercan más a los consumidores que eligen. Pan tostado o sin tostar equivale a pan desatendido o pan escogido. En el reconocimiento, el pan aumenta su riqueza o su humanización presta funcionalmente en la orilla del trabajo. Pan tostado o trabajado. La primera acción manufacturera del día se cumple aquí y en cuanto mejora su oferta se presenta propicia y productiva, apta para mutar su sequedad con la presencia del aceite, el aceite y el tomate, la mantequilla y la mermelada. Con lo que, poco a poco el producto, sin dejar nunca de ser pan, va alejándose del escueto pan sin argumento, sin noticia y va revistiéndose del primer hecho del día.  

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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