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El orden sexual

Por 3 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Vicente Verdú

El orden sexual representa, entre todos los diferentes órdenes que componen el vigente sistema (capitalista) aquél que ha venido a comportarse con mayor eficiencia y plasticidad. ¿Una eficiencia y plasticidad hacia la revolución? Un impulso sólido y sostenido hacia la constitución del altermundismo por el que se suspira tanto, sea en el universo económico, en la cultura, en la ecología, en la educación o en la sanidad.

Solamente la sexualidad ha realizado, hasta el momento, su correspondiente evolución hacia un mundo mejor, tan sustantivamente diferente al modelo pasado como dotado de superior convicción.

En el orden de la sexualidad se ha sufrido primero el desorden ("el desorden amoroso") y la eficaz reordenación después. Este es el único ámbito donde el caos de una primera etapa desarrollada en los años 60 y 70 con el unívoco lema de "revolución sexual" ha derivado en la conversión de su caos inicial en amplia fuerza productiva, tan natural como civilizada, tan persuasiva como imparable, tan firme como un resultado sin vuelta atrás.

Y no sólo se trata, claro está, del largo triunfo del movimiento de liberación femenina de cuya victoria en conexión con la silenciosa liberación sexual masculina ha ido allanando preceptos autoritarios, discriminaciones. imposiciones y controles morales, religiosos o políticos hasta constituirse ella misma en una potencia de transformación interior y exterior.

Se trata así del único mundo donde se han visto cumplidos muchos sueños que acaso estaban previstos para muchos años después. En la economía, en la cultura culta o popular, en las nuevas formas de comunicación o en la política sigue debatiéndose con calor entre lo real y lo virtual, lo original y la copia, lo verdadero y lo mendaz. En el mundo de la sexualidad esa engorrosa dicotomía ha sido abolida por el reino de la transparencia que mientras sigue siendo una cualidad ansiosamente postulada en los demás ámbitos aquí se ha convertido en una declaración que comienza en las "salidas del armario" como un principio del que no se abdicará.

La sexualidad circula, además, sin las negativas consecuencias de la circulación financiera o la velocidad cultural. Si el producto pierde valor de cambio en el viaje no pierde por ello valor de uso. El sexo sigue siendo tan divertido como siempre, menos morboso pero más creativo, más abundante y variado sin perder por ello, como proclamaba Freud o Lacan, su prima de placer.

Toda burbuja inmobiliaria o mobiliaria acaba por llevar a la catástrofe mientras todo deseo llevado a su cima estalla y vuelve a recuperar su necesaria complexión. De este modo también se manifiesta como el orden sostenible y el ámbito donde mientras se entrelaza la realización con la fantasía se salda la diferencia entre el bien y el mal. Lo que no significa que el sexo sea amoral sino que ha logrado una nueva calidad de la moralidad donde se elimina la represión sin que la democracia de la oferta mayor signifique una experiencia de inferior calidad. En suma, la sexualidad ha inventado un modelo altermundista que responde casi punto a punto a las demandas de los demás susbsistemas que anhelan un mundo mejor. Un sistema general de producción donde la crisis ha quedado atrás y su experiencia ha derivado en una tendencia tan pacificadora como humanizadora, más allá de los horrendos tabús de la carne, más allá de las leyendas del pecado mortal, las condenaciones y la magia letal. El Sida fue precisamente el cómplice represivo que quedaba por derribar y ya la adquisición de la enfermedad ha sido expulsada de la jurisdicción moral para quedar circunscrita al correspondiente mundo de la sanidad. En ningún otro orden, en fin, donde la inseguridad ha crecido hasta hacerse un factor característico, las medidas contra los riesgos han sido más terminantes, se trate de los medios efectivos contra una concepción indeseada, sea contra la variada posibilidad de enfermar. La sexualidad con todo ello se ha constituido comparativamente en el mayor reino de la libertad y del derecho personal, ¿cómo no presentir, por tanto, que su potencia, tan radical, no sea el principio de una transformación en otros territorios más o menos próximos? ¿Cómo no pensar espontáneamente que las hondas metamorfosis aquí abrirán baches y brechas por donde menos se imagine y acaso cuando menos se espere?

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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