
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Verdú
No es concebible una pintura sin la presencia del negro. En una u otra proporción el negro viene a ser como el asiento fundamental del ser cromático. Incluso cuando parece que se encuentra como simple o pequeño acompañante su participación posee el máximo valor para el éxito de la composición. Sin negro no hay vida. Contrariamente a lo que viene a ser común, el blanco puede acabar con la belleza de un cuadro con más eficacia que el negro. El blanco mata, el negro proporciona inmortalidad. La apropiada ración de uno y otro humaniza el cuadro.