Vicente Verdú
Las cosas diferentes se diferencian, paradójicamente, gracias a lo que se asemejan. Esta idea aristotélica hace entender que si sabemos del color de un cuerpo es porque otro cuerpo parecido presenta una diferente coloración. De este modo, sobre una base semejante, hallamos el juego de las diferencias y nos permitimos las comparaciones. Y la identificación, puesto que sin el concurso de la diferencia es imposible la información. Aquello que nos es indiferente, tiende a sernos simultáneamente inapreciable o poco apreciable de acuerdo a la colección de registros que poseemos.
Sin saber lo bastante de algo es difícil apreciar. Apreciar en su doble acepción de percibir y de valorar. Y de ahí que nuestra posesión de cultura y conocimientos constituya una dotación de sentidos suplementarios tanto para captar novedades como para su disfrute. Es decir, para apreciar el relieve de las cosas y para dis-frutar con la variedad de las dis-tinciones. Más saber conduce a potenciar otro saber y entre sí los saberes se permean entre sí para afinar la habilidad de nuestros sensores.
Sensores multívocos, complejos y enriquecidos brindan la ocasión para nuevas captaciones de diferencias y la oportunidad para introducirlas en nuestro acervo de sensibilidad.