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El don del hueco

Por 26 de diciembre de 2007 Sin comentarios

Vicente Verdú

Un estudio informático ha revelado estos días, a mediados de diciembre de 2007, que el universo está sembrado de huecos. Prácticamente todo lo que no es la llamada energía oscura es hueco y la materia oscura (pero llena) contiene un poder energético en forma de flojos filamentos que navegan como una melena imperial y deciden toda aquella gran parte o el 95% de lo que no se ve.

El pequeño 5% en maraña se presenta como una red de supremo poder y con una morfología tan abstrusa que evoca tanto la brujería como la máxima cota de complejidad cerebral.

Esa suerte de nube y ubre cósmica modelizada estos días en una zona del cielo de 1.500 millones de luz se publica como una muestra de la intrincada organización que nos gobierna y no uno a uno como menudos guisantes de la plantación universal y como muchedumbre animal, almas a granel, tierras, lluvias, epidemias, mosquitos, cocodrilos, estados de ánimo y deseos o tedios para hacer el amor.

/upload/fotos/blogs_entradas/universo_1.jpgMás allá del microcerebro que portamos como ínfima sucursal de la gran motorización galáctica se entroniza esta móvil gasa de filamentos blanquecinos que planea sobre el origen primordial y el destino inverosímil del mundo. Esta formidable medusa enrevesada que, sin duda, produce electricidad y crea la inspiración y el calor, la muerte y la lujuria, la prisa y la hernia, se comporta con la mayor indiferencia hacia nuestras vidas. Nuestra cuota vital le pertenece pero en una proporción tan reducida que no es capaz de advertirla en sus sumarios. ¿O sí? La advierte no en su funcionamiento correcto pero esta masa divina da a entender, con su apariencia fantasmal, que cualquier pequeño desorden deberá irritarla. Porque aunque se la contempla viajar indemne con su cohorte de núcleos y estribaciones, finísimos encajes y pasamanerías, a la manera de un superobjeto autónomo, en algún invisible entresijo se formó nuestra existencia y esa huella de desprendimiento ha dejado alguna memoria remota en su propia evolución. Una memoria inaprensible, desde luego, tan débil como cercana al olvido, pero, no siendo olvido aún, conserva su fuerza energética de la creación.

Esta maraña gaseosa, en fin, se plasma más en su flacidez que en su tupidez. En su liviandad que en su pesantez. Y viene a ser tan delicada su textura que todavía será necesario esperar algunos años hasta que los mayores telescopios logren captarla directamente, aunque la ciencia, como es sabido, no basa su fe en la presencia física sino, a menudo, en la presencia ausente. En la ciencia, la ausencia es el objeto central de sus estudios y un anticipo del éxito que le otorgará la conversión en evidente de lo invisible. Trasladar desde la oscuridad a la luz, convertir en música o ruidos aquello que todavía no puede oírse es el trabajo de los científicos. La ciencia actúa, efectivamente, de forma investigadora, tras las pruebas visibles después a ojos de todos. Así como sin ojo clínico no hay buen médico, sin corazonada no hay descubrimiento y sin riesgo en la oscuridad no se obtiene el resplandor al otro lado del túnel. En la ciencia como en la paciencia se da ocasión para que la ausencia se presente en todo su esplendor, rendida y despidiendo un aroma de flor.

Igualmente, en la parte relativamente reducida de lo que es visible al microscopio pronto se agota la exploración. La ansiedad, sin embargo, seguirá tras el rastro oscuro y en la fe hallará luz. El bien por antonomasia. Pero ¿la oscuridad es la nada? ¿El negror de sólo carbonización? Nada de eso: de la misma manera que los sujetos no bendecidos por el amor aparecen como mustios e invisibles, la vista hace derramar colores vistosos a lo que ignorado antes es seleccionado amorosamente después.

El mundo todavía falto de conocimiento, incapacitado para recibir amor, permanece como muerto o con la sospecha de ser "nada", siendo "nada" lo opuesto a la plenitud, el hueco opuesto al relleno. Pero ¿quién no ha sentido la gran poética del vacío, del intervalo, de la fisura, del hueco? ¿El incomparable y mágico poder del negro?

(CONTINUARÁ)

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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