Vicente Verdú
Hay un antes y un después de “Corporación Dermoestética”. Su salida a bolsa, le vaya bien o le vaya mal actualmente –que le va mal-, significa la abierta integración del valor en la cotización de los valores. Los precios de la cirugía estética, de la liposucción, de las inyecciones de botox, han sido introducidos en la economía con la misma condición de los demás artículos del mercado.
Nadie ignora que la belleza física favorece el éxito. Pero, llevado al extremo, ¿será responsable quien se conforme con su fealdad o no se imponga mejorar su aspecto? Si el bienestar económico de la familia, la facilidad de los contactos, la posibilidad de nuestro ascenso laboral, el impulso de nuestra elección en los mil castings se relaciona con nuestro porte ¿cómo no tomar en serio las atenciones estéticas e incluir el acceso a sus beneficios entre los derechos de la Constitución?
Conocer mucho o muchísimo de una materia no se estima ya decisivo para lograr un empleo en el mundo de la creciente flexibilidad laboral y empresarial, pero ser grato a la vista, aparecer atractivo ante los proveedores y clientes, resulta cada vez más importante en la economía personalizada y de servicios.
¿Formarse? Hasta hace poco no había dudas sobre el alcance profesional del verbo. Pero ahora el verbo se hace carne. La instrucción será, en parte, importante pero ¿qué decir de la estética de la corporación?