Vicente Verdú
El siglo XXI será femenino o no será, se repetía a finales de la centuria anterior. En varios aspectos la sentencia se ha hecho realidad y, en otros, se cumple, extrañamente, demasiado despacio.
La arquitectura es un ejemplo de esta morosidad. Cada año se licencian ya más chicas que chicos pero, en la inmensidad de los casos, el ejercicio profesional de las mujeres se remansa en estudios que gobiernan hombres o forman dúos con sus parejas.
Una arquitecta, sin embargo, Teresa Sapey (Turín, 1962) está armando gran jaleo con su manera de hacer o vestir la ciudad. Si la ciudad es un espacio donde se desarrolla en gran medida la vida ¿por qué no hacerla más amena, divertida, colorista y optimista?
La ciudad, el burgo, es una construcción burguesa y del oscuro color de sus ropas, de su severidad, su seriedad y su rutina se inspira todavía el tono de las fachadas, los pasos de cebra, el color del asfalto, la pintura de las farolas, el diseño de las aceras o el aspecto de los semáforos. ¿Por qué no decorar la ciudad a la manera acogedora que desearíamos para nuestros hogares?
Un aparcamiento de Madrid en la plaza Vázquez de Mella fue una de las obras llamativas que hicieron preguntar por el nombre de su autora, la italiano-española Teresa Sapey. Las paredes son allí de un rojo bermellón, se han instalado tubos de neón como en las ferias de barrio y la pared se ilustra con fotografías que, junto a citas de la Divina Comedia, mejoran el estado de ánimo.
Pocos parajes urbanos han llegado a ser más depresivos como los túneles urbanos o los aparcamientos subterráneos. Que Teresa Sapey haya empezado por ahí es indicio de su sensibilidad para detectar los puntos más graves. Pero ella misma enumera un surtido de otros proyectos para poblar a la urbe de nuevas sorpresas y algunas buenas emociones. ¿No es precisamente la demanda de experiencias vitales la máxima demanda en nuestra sociedad personista?
Los hombres, los arquitectos incluidos, ven estas cosas pero pasan frecuentemente de largo. Los hombres se ponen serios hablando del ser humano o de la especie humana pero se cansan demasiado pronto en las chácharas sobre personas. Las mujeres en cambio valoran tanto lo personal que lo más influyente en su decisión de comprar un objeto proviene de la clase de trato que reciban.
La ciudad cuanto mayor es más nos maltrata. ¿Cómo no hacer frente a esa sevicia con la astucia del artista? Los aburridos barrios de los ensanches del siglo XIX no han encontrado todavía su antídoto alegre en las desorganizadas barriadas de torres y espacios vacíos, pero existe en la rehabilitación de los centros históricos y en la edificación de manzanas nuevas encastradas en el urbanismo preexistente, muchas oportunidades para recrear el carácter de la ciudad y entonar con ilusión los importantes lugares de la experiencia.