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Muñecas vudú

Por 1 de diciembre de 2006 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

-Quiero matar a alguien ¿Usted puede ayudarme?

Frank se pone serio. Mira a todos lados para verificar que nadie escuche nuestra conversación. Manda a su hijo a jugar por ahí. Baja la voz y me dice.

-Eso son palabras mayores.

-Haré lo que haga falta. Pero necesito matar a esa persona.

Me escudriña con la mirada, como para medir si soy fiable.

-¿Macho o hembra? –pregunta.

-Una mujer.

-Puedo darle lo que necesita y decirle cómo se hace. Pero lo hace usted.

-OK.

Estamos en el mercado modelo de Santo Domingo, en República Dominicana, uno de los  más coloridos que he visto en mi vida. Aquí se venden aceites de tortuga, de tiburón y de iguana. Hay botellas llenas de ramas de madera llamadas mamajuanas, que contienen licores macerados en canela y otras especies. Pero yo he venido directamente a la tienda de Frank.

Frank vende deseos. Sabe cómo conseguir que alguien se enamore de ti, y también cómo quitártela de encima. Si tienes problemas en los negocios, puede arreglarlo. Si quieres hacer daño, él se ocupa. Pero también te libra del daño que te hacen los demás. Para eso tiene centenas de talismanes. Tiene agua mata-bruja y espanta-diablo, para librarte de los maleficios. Y si eso no basta, tiene velas en forma de calavera: cuando te han hecho mal de ojo, enciendes una, y si revienta, con ella se va tu hechizo. Tiene cuernos de chivo y sangre de gallina. Tiene flores de Jericó para llamar al dinero. Tiene piedras de rayo para protegerte de los malos espíritus. Esas piedras crecen bajo la tierra cada siete años en los lugares donde ha dado un relámpago.

Y por supuesto, Frank tiene muñecas vudú. Las hay rosadas y rojas para llamar al amor. Y blancas para el matrimonio. Pero también las hay negras, como la que me ofrece en este momento, junto a un pequeño féretro de juguete.

-Tiene que meter la muñeca en esta caja y añadirle lo que le voy a decir –me explica, mientras le clava a la muñeca siete alfileres en los ojos, la boca, los pechos, la barriga y el sexo. Luego, toma unas cápsulas. Parecen de las que se compran en cualquier farmacia, pero él me saca de mi error:

-Es polvo de muelto -aclara.

-Polvo de muerto.

-Sí. Después de meter a la muñeca en la caja, abres las cápsulas y lo espolvoreas sobre la muñeca. Añades sal negra, y tres tipos de pimienta molida. Luego le rocías esencia de muelte.

La esencia de muerte viene en un frasco de Tylenol y huele a rosas, pero aparentemente es muy potente y peligrosa. Después de echarla sobre la muñeca, hay que cerrar el ataúd y arrojarlo al mar de espaldas o enterrarlo. Al final, se le enciende una vela negra a una estampa de San Deshacedor -al que Frank llama en confianza San Deshacedol- y se reza una oración contra los enemigos. La víctima debe caer de inmediato gravemente enferma o tener un accidente. Si nadie deshace el mal de ojo, la muerte sobreviene en poco tiempo. El kit de homicidio completo cuesta unos $50 e incluye garantía: Frank te deja su teléfono para que lo llames si algo sale mal.

Ahora sólo me falta decidir a qué mujer quiero matar.

Así que, chicas, pórtense bien conmigo.

Estoy armado.

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