Jean-François Fogel
Ya tenemos al chivo expiatorio de los latinos que no puedan emigrar a Estados Unidos. Se llama Tom Tancredo. Es representante por el estado de Colorado. Republicano, por supuesto. Acaba de establecerse como la figura anti-latino en EE. UU. al describir a Miami como un país del Tercer Mundo. (Para él no es un elogio, todo lo contrario).
Lo interesante con Tancredo es que entrega tanto la practica como la teoría. Tancredo se dedica como político a la defensa de las fronteras del imperio. Y también es el autor de un libro In Mortal Danger (Peligro mortal) que pretende dar un «corpus» teórico al viejo miedo frente a los invasores. En un país hecho por inmigrantes que empezaron por matar a los indígenas, es siempre cómico descubrir un intento de detener la historia: vale la inmigración hasta la llegada de los padres del señor Tancredo; después no más.
El Miami Herald se preocupó por la denuncia del congresista y publica un mediocre artículo que cuenta la muy mediocre reacción que provocaron las palabras de Tancredo. El articulo es mediocre pues nunca llega a decir lo que es imprescindible: ¿Tercer Mundo, y qué? Nuestro mundo, en su mayoría, es Tercer Mundo. Miami es el producto de nuestro mundo. Miami no tiene más historia que la de las olas que llegan a una playa.
Hace poco más de un siglo que existe Miami, producto del afán de dinero de Henry Flager, un inversionista que se dedicó a poner ferrocarriles y hoteles desde Jacksonville hasta Key West. Cuando Flager llega a Miami por primera vez (1883) la ciudad es una aldea: 257 habitantes. Hoy Tancredo expresa su sorpresa: «es grande el número y el extenso tamaño de los barrios étnicos donde no se habla inglés y están controlados por culturas extranjeras». Tiene toda la razón: es grande en las Américas el número de poblaciones que no hablan inglés.
Lo que pasa con Miami es algo extraño, es un puro caso de confusión de nuestro Tercer Mundo: es la capital de un continente (América del Sur) que es también una entidad cultural (América Latina), pero Miami no se encuentra ni en el uno ni en el otro. La capital de América Latina se encuentra en América del Norte. Y con el paso del tiempo, notando el peso de las metrópolis en la globalización (siempre tiene más identidad una metrópolis que un país que no sabe cómo defender sus fronteras), es obvio que Miami gana poco a poco a EE. UU. No se trata de una reconquista, es la conquista continua por el mero movimiento de la vida. La única conquista que vale: por el idioma y la cultura. La indignación del congresista Tancredo no es una falta de respeto hacia Miami, es un rechazo al mundo entero. Un lugar que no tiene historia no puede ser otra cosa que el espejo donde vemos el mundo que vamos construyendo, nuestro Tercer Mundo.