Vicente Verdú
La obviedad nunca puede ser bella. Toda belleza procede de otro lugar sin descripción y no preestablecido. La belleza se manifiesta llegando, estalla al exponerse, surgiendo de una posición impensada.
La preexistencia de lo bello sólo tiene asiento en el misterio, espacio todavía sin explorar o inexplorable y desde donde la belleza aparecerá con asombro. Todas las transparencias suelen anunciar una belleza porque son pasajes hacia un ámbito cerrado o celado, indefinido aún.
La belleza anidará tras la transparencia que no deja ver por completo el objeto pero insinúa que está allí o por allí para rasgar la veladura y revelarse.
La revelación divina sigue en consecuencia el método estratégico de la belleza. Se presenta como un milagro, ocurre por una realización inmediata, condensa de golpe una vaguedad.
La revelación rompe el velo sin morir en la exposición. La veladura en la fotografía será, por tanto, un exceso de revelación, la obscenidad de la luz que deglute el objeto y evapora su carácter de verdad.
Lo nulo de la veladura marca la claudicación de la forma. De un lado se encuentra el cero de la oscuridad y, de otra, el infinito de la claridad. La belleza, sin embargo, no luce con una iluminación a medias. Es la misma incandescencia de la luz que tiene efecto no en la mitad del claroscuro sino en cima donde convergen la tiniebla y el resplandor. De este modo debe entenderse, en cuanto luminotecnia, la vecindad entre lo bello y lo siniestro. Un rostro demasiado perfecto presagia un monstruo detrás. Una faz totalmente perfecta es máscara absoluta.
Desde el otro lado, el monstruo extremo en la fantasía conduce al sortilegio del más hermoso de los seres. La atracción de lo bello se cruza así con la atracción del gore y la bondad desaforada comunica con la trampa del diablo. La bondad de la belleza es su peso bruto y estomagante. El veneno mortal de la obviedad. La equívoca transparencia hacia lo bello coincide con su emoción más específica. Llegamos a la belleza a través y la belleza nos domina asaltándonos. Llegando desde un punto libre de cualquier obviedad.