Vicente Verdú
En Londres durante los años 30 del siglo XX los fabricantes de botellas de leche se vieron obligados a cambiar el tapón. La razón no fue una sonora protesta de los consumidores ni tampoco de las asociaciones dedicadas en su defensa sino en la inesperada acometividad de miles de aves.
Cuenta Cavalli Sforza en La evolución de la cultura cómo los animales aprenden más de lo que se les supone y de qué modo, como es propio de la cultura/culta, acumulan y trasmiten el saber.
La tosca y tranquilizadora idea de que sólo la especie humana goza de su culturización queda desmentida por el proceder de incontables especies que, aun lentamente, progresan. O, mejor, dicho, evolucionan. Evolucionan o progresan del mismo modo que nosotros sólo que con una aparatosa desventaja: poseen un lenguaje demasiado simple que les impide confiarse secretos y procedimientos para incrementar con mayor rapidez y tino su productividad y su confort.
El caso de las aves londinenses interesadas por alimentarse con la crema de las botellas que dejaba el lechero en el portal de los vecinos dio a conocer su astucia para desprender el sello que tradicionalmente taponaba el recipiente. Y para hacerlo saber a otros muchos ejemplares del contorno. Las aves llegaban en multitudes y rompían tanto el cierre como la tradición. Las factorías que habitualmente tienen en cuenta las conductas de los clientes para actuar en consecuencia asumieron también, como variable, la decisiva conducta de estos agudos animales.