Vicente Verdú
Ayer tarde supe por CNN internacional de Anna Sui, una diseñadora china asentada en Hong Kong que en un abrir y cerrar de ojos ha logrado convertirse en una famosa marca internacional de primera clase, con establecimientos inaugurándose sin cesar en decenas de países. ¿Qué ha hecho Anna Sui para conseguir una resonancia tan súbita y extraordinaria? Simplemente pensar en qué deseaba ponerse para salir a la calle, dice ella. ¿A las calles de Hong Kong? “A las calles de la world city”, respondía al acicalado periodista.
Nada de barrios autóctonos, ni de clase media californiana, tampoco invenciones estrambóticas ni orientalismos nostálgicos. Existe, de acuerdo a sus palabras, una moda global que se deduce mecánicamente del absoluto fenómeno globalizador. Es decir, así como existe una world music y un international art la moda cae redundantemente sobre los cuerpos de la nueva gente. Cae redundantemente o sin referencia determinada.
Aunque sí determinante: un estilo del mundo atraviesa el planeta y esta línea de confección invisible debe visualizarla el diseñador. En el territorio de la novela, en el del cine o en la web subyace una fórmula clave que pega más cuanto mayor desapego, en apariencia, demuestra.
El mundo ha ido convirtiéndose en un espacio común a la vez que en una esfera transparente, pero incluso en el seno de su aparente transparencia reside un dibujo cuya precisa detección por un autor, una empresa, un marketing, estalla en éxito.
La explosión de los códigos da vinci, la pandemia de los jerseys de cremallera, la propagación de la gripe aviar, la plaga de la obesidad, las camisetas con los colores de Brasil, son efectos de la misma naturaleza. Todos ellos responden a un núcleo que alcanzado su punto crítico se transmuta en una bomba atómica.
Nunca antes se habían conocido espectáculos de esta clase porque si bien la humanidad siempre tendió a contagiarse, infectarse e influirse, no conoció en su historia un grado de velocidad comunicadora tan elevado ni un vicio parecido de mimetismo.
El Ser siempre fue producto necesario de otro. Ahora lo Otro necesita la dinámica de la expansión, la exasperación y su tendencia a la transparencia de la desaparición, para ascender hasta el supremo ser de la noticia.