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La diputada ‘freaky’

Por 3 de abril de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

Las electas del PP andan últimamente, las reales y las de ficción, muy levantiscas. Una de carne y hueso bastante atractivos ambos, la diputada autonómica Arantza Quiroga, denunció el domingo pasado en una entrevista realizada por Joseba Elola en El País sentirse víctima de una trama friki, que en el periódico se escribía, según la normativa de estilo ‘ancien régime’, freaky. Pues bien, la cabeza de lista por Guipúzcoa y futura presidenta del parlamento vasco opinaba, entre otros asuntos, sobre la nueva ley del aborto, para ella "una insensatez". Quiroga es papista, aunque no más que Benedicto XVI. Se educó en el colegio Eskibel de San Sebastián, perteneciente al Opus Dei, el mismo centro en el que ahora estudian sus cuatro hijos varones. "No soy miembro jurídico del Opus Dei. Pero me gusta cómo forma a las personas". A partir de ahí, su locuacidad no paraba de dar sustos. "Yo nunca usaría el preservativo" (nadie se lo ha pedido, tal vez, y desde luego nadie la obliga); "el preservativo no es la solución. ¿A qué males? La señora Arantza dice respetar las ideas de los demás, pero se queja de que, por decir cosas así, los demás no respetan las suyas. Pretende ignorar que el Papa y la Obra de Dios, si de ellos dependiera, prohibirían, entre otras libertades, la de utilizar el capote, la bonita palabra franco-taurina para el condón. Y remataba así la faena: "Desde que el PSOE está en el gobierno, es difícil decir lo que piensas sin que parezca que eres un freaky. Parece que mi opción de vida es algo a extinguir".

    Yo me sentí freaky una vez dentro del Opus, dentro, para ser exactos, de la morada-madre del Opus Dei en Torreciudad. Sucedió en un viaje que, a cuenta de El País, hice en el verano de 1991, para escribir después mi parte correspondiente de un ‘Mapa de España’ literario encargado a distintos escritores. Yo elegí Aragón, y disfruté enormemente conociendo, bien acompañado, esas tierras un punto ásperas pero dotadas de una singular armonía entre la belleza recia de sus paisajes y el refinamiento de sus múltiples obras de arte. La realidad aragonesa también me ofreció en la semana que pasé viajando dos momentos oníricos: uno de ensueño, el otro de pesadilla. El ensueño fue recorrer, como un zombie en un filme de terror español, las calles de Belchite, intactas en su elocuente desolación desde el fin de la guerra civil. La pesadilla, el santuario de Torreciudad, erigido en las cercanías del hermoso pueblo oscense de Barbastro, donde nació el fundador de la Obra, San José María Escrivá de Balaguer. Si el lector de este blog siente curiosidad por saber más detalles de aquel (remunerado) acto mío de frikismo, más intelectual que espiritual, puede entrar en el fichero asociado (al final de este texto) donde se reproduce un largo fragmento del correspondiente artículo publicado en su día, ‘Las ruinas del cielo’. Añado un dato que entonces no pude incluir. Torreciudad es un decorado de horror todo él, gigantesco, opulento, casi vacío en la fecha en que yo lo visité; algo así como el Hotel Overlook en la temporada baja en que lo ocupa Jack Torrance y su familia (en El resplandor, la novela de Stephen King y la correspondiente película de Kubrick realizada en 1980). Hice mi recorrido, hice en un momento dado mis necesidades, escribí mi artículo días después y me olvidé del asunto. No del todo. Me asaltan últimamente sueños hidráulicos asociados a lo que en cierto lenguaje sexual se llama water sports, y los wáteres por donde mi inconsciente navega no son los fastuosos toilets de color rojo que Kubrick hizo construir copiando un diseño de Frank Lloyd Wrigt, sino los mingitorios que la Obra de Dios tiene, con hucha para el óbolo del usuario, en Torreciudad. La conexión fecal del dinero, tan estudiada por Freud y Weber, también salpica, sin protecciones, a los numerarios del Opus.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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