Sergio Ramírez
El metal y la escoria, la reciente novela Gonzalo Celorio (Tusquets, 2014) trata sobre el metal de la memoria y la escoria del olvido. Una novela sobre una dilatada familia con multitud historias que contar, donde también nos encontramos con el metal de los afectos de una numerosa tribu de hermanos, entre las estrecheces de la pobreza, y la escoria de una tribu de tíos tarambanas cuyo oficio en la vida fue dilapidar sin tregua la fortuna familiar.
También es una novela sobre los emigrantes, campesinos asturianos que partieron a "hacer la América", y que entre todos forman ese alud de historias diversas y dispersas en nuestra propia historia de este lado; los que vinieron y nunca regresaron, se hicieron ricos, sobre todo en el comercio, o quebraron, o murieron en el anonimato de la pobreza. Y los que volvieron al lar paterno ricos, y se establecieron allá como indianos con una palmera real sembrada en su jardín y un papagayo en la ventana.
Una saga de varias generaciones, un álbum familiar a cuyas páginas uno se va a asomando para admirar toda esa galería de fotografías que el novelista ha elegido para mostrarnos, y ponerlas en movimiento. La saga donde dos emigrantes parten juntos desde Asturias hacia las costas de México en la segunda mitad del siglo diecinueve, como tantos otros; uno, Emeterio, desde Vibaño, un caserío perdido en la montaña, y el otro Ricardo, desde el vecino pueblo de Rales; viajan en el mismo barco, son amigos del alma, y al final, Ricardo termina aprovechándose de la fortuna de Emeterio, quien lo nombra albacea, y entonces el otro esquilma con mañas sutiles a los herederos, que, a su vez, despilfarran la riqueza del padre que alcanza a llegar a sus manos, Ricardo, Rodolfo, Severino, las ovejas negras.
La saga donde uno de los hijos de Emeterio, el que no dilapida, la oveja blanca, el padre del novelista y un gran personaje de este libro, debe mantener y educar a una numerosa tribu de hijos en condiciones precarias, entre estrecheces, mientras alrededor de ellos, años sesenta del siglo veinte, crece hasta la metástasis la ciudad de México, y la madre es quien toma la iniciativa para mantener la disciplina y distribuir entre todos lo que se puede proveer, en una casa donde la fortuna del abuelo, esquilmada y dilapidada, es solo un recuerdo poco consolador con tantas bocas que alimentar.
Una novela que es la mitad de una saga que sólo leeremos completa si sumamos las páginas de la novela anterior de Celorio, Tres lindas cubanas, donde se cuentan las historias de la rama materna del autor, de un lado los Celorio, del otro los Blasco, un espléndido pájaro que vuela con dos alas entre lo vivido y lo imaginado.
Y por fin, una pregunta que como novelista me intriga: El metal y la escoria, ¿qué es realmente? ¿Una memoria familiar? ¿La biografía de una familia? ¿Por qué una novela, si se trata de un minucioso recuento de la historia de tres generaciones, cada uno de los personajes con su nombre propio, tan veraces que podríamos comprobar sus identidades en el registro civil?
Pienso que es porque la novela en el siglo veintiuno, por fin ya lo es todo, y no como innovación, sino como reconocimiento de la calidad cervantina de la escritura, porque para Cervantes la novela contiene la totalidad, lo real y lo imaginado, lo recordado y aun lo olvidado, porque esta es también una novela sobre el olvido, la escoria del olvido.
El más memorioso de los hermanos del novelista, Benito, comienza un día a olvidar, hasta que, con el tiempo, su mente se vuelve una pared blanca donde ya nada se puede proyectar. Todas las imágenes, los recuerdos, los nombres, las fechas, han desaparecido. Y entonces el novelista dice:
"Muchas veces estuve tentado a abandonar definitivamente la escritura de mi novela. De hecho, la abandoné por largas temporadas. No sólo porque la persona que más sabía de la historia que yo debía contar y que era mi principal informante hubiera perdido la memoria, sino porque la idea misma de la memoria ancestral que yo me proponía recuperar empezaba a perder sentido. Para qué seguir indagando datos, buscando documentos, aventurando hipótesis, imaginando escenas, si todo acababa finalmente en el olvido…"
Esta es, pues, una novela contra el olvido, y la memoria del novelista se impone, admirado él mismo del prodigio de haber podido convertir en narración todo aquel cúmulo de datos que fue buscando por todas partes, un caudal que su hermano Benito contribuyó a nutrir.
Una manera de que Benito tampoco olvide, porque recuerda el novelista y recordaremos todos nosotros.