
Sergio Ramírez
La fotografía que ven aquí la tomé andando por unas de las calles del ahora populoso barrio San Pedro de San José de Costa Rica, cercano a la ciudad universitaria. Uno siempre se admira ante los extremos que causan contrastes, y es lo que podríamos llamar “la sorpresa curiosa”. Librería y Cerrajería. ¿Cómo pueden aliarse ambas cosas en un solo negocio? Lástima que no eran horas hábiles de comercio, y el local se hallaba cerrado, de manera que no pude desentrañar el misterio.
Pero imaginen ustedes. Cerraduras de triple llave a prueba de ladrones, al lado de las obras completas de Tolstoi empastadas en piel de becerra. Llaves maestras para abrir cualquier puerta y la Filosofía del tocador del Marqués de Sade. Cerraduras de combinación y La Celestina. Picaportes y La región más transparente de Carlos Fuentes. Llavines cromados y Cantos de vida y esperanza de Darío. El duro mundo metálico de los cerrajeros, hierro, acero, cobre, y el atrevido mundo de la imaginación literaria, papel, tinta, hilo de coser, barniz.
El encuentro entre la máquina de coser y el paraguas de seda, que ya decían los surrealistas, era fortuito. Éste otro entre la llave y el libro, deliberado.