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Las vacas pastan en la ruta del gran canal

Por 4 de octubre de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

El filósofo contemporáneo Bernard-Henri Lévy señala entre las características principales de los regímenes populistas "la promesa de los milagros". Son promesas que nunca se cumplen y se quedan lejos de la realidad. El Gran Canal de Nicaragua es un ejemplo cabal de "promesa de milagro". Pero también de ese sorprendente concepto de "hecho alternativo", ideado muy a principios de la administración Trump por la asesora de la Casa Blanca, Kellyanne Conway. El hecho alternativo no es más que una mentira disfrazada de verdad, o que sustituye a la verdad.
Desde el siglo diecinueve el Gran Canal ha sido parte del imaginario nicaragüense, como la gran panacea de la riqueza y la prosperidad, y revivirlo es alentar las esperanzas de la gente que divisa una puerta mágica para salir de la miseria y el atraso. Fabricar un espejismo es hacerse de un arma política.
Es lo que hoy se llama "posverdad" o "mentira emotiva", otro sorprendente concepto según el cual, para dirigir a la opinión pública hacia el sentido que el poder desea, o necesita, hay que apelar a las emociones y a las creencias personales que vienen a ejercer mayor influencia en las mentes que los propios hechos objetivos.
Hace pocas semanas el gobierno emitió el "Libro Blanco sobre el proyecto del Gran Canal Interoceánico de Nicaragua" un catálogo completo de posverdades. En ese documento oficial se pone sello al hecho alternativo de que las obras de construcción se dieron por inauguradas el 22 de diciembre de 2014. Un "libro blanco" para una inexistente "elefante blanco" de 50 mil millones de dólares.
La ceremonia de arranque se celebró en el escenario virtual de una finca ganadera cerca de la desembocadura del río Brito, sitio escogido como salida del canal al océano Pacífico, y vecino al lugar destinado a uno de los juegos de exclusas que, según el guión, darán paso a los buques de 400.000 toneladas de peso, capaces de cargar 18.000 contenedores cada uno.
A comienzos del año 2020 los primeros barcos deberán estar pasando por allí, pues el canal, flagrante "hecho alternativo" estará construido en un plazo milagroso de apenas seis años, con legiones de chinos a cargo de los aspectos técnicos de la obra, y 50 mil obreros nicaragüenses ganando salarios nunca vistos. Hasta hoy, todos fantasmas.
El ministro de la presidencia para Políticas Públicas anunció que el Productor Interno Bruto crecería, solo en los primeros años de la construcción, entre el 10 y el 14% anual. Pero el tiempo pasa, y esos primeros años, que ya debieron haber transcurrido, se disuelven en la bruma de una mentira colosal.
 
Se anunciaron también cambios drásticos en los planes de estudio universitarios, que deberían incluir el chino mandarín, y nuevas carreras técnicas, hidrología, ingeniería náutica. La agricultura debía orientarse a producir los alimentos preferidos por los chinos. En aquella ceremonia inaugural de las obras estuvo presente Wang Ying, un empresario de comunicaciones de Pekín, dueño único de la concesión del canal. Se calzó el casco amarillo de protección y subió a la primera de las retroexcavadoras que lucían en fila, listas para empezar a abrir la gran zanja que partiría en dos a Nicaragua. Él es el personaje principal de la novela.
En ese mismo plazo de seis años, que ya pronto se vence, se hallarían funcionando también un oleoducto, un ferrocarril interoceánico de alta velocidad, una autopista de costa a costa, un mega aeropuerto, un puerto marítimo automatizado en cada extremo del canal, nuevas ciudades, complejos de turismo.
El "Acuerdo Marco de Concesión e Implementación del Canal de Nicaragua", mejor conocido como tratado Ortega-Wang Ying, tiene una duración de cien años. Y Nicaragua renuncia a la soberanía sobre los territorios concedidos al canal, a favor de HKND, la compañía inscrita en Gran Caimán, propiedad exclusiva de Wang Ying.
Este personaje, hecho alternativo él mismo, ideó la fantasía de sacar a bolsa las acciones de HKND para reunir los 50 mil millones de dólares del costo del canal. Pero las acciones de Xinwei, su empresa de telecomunicaciones, sufrieron una caída del 57%, y su fortuna personal se derrumbó. Una verdad de las de antes.
Lo que aquellas máquinas de Wang Ying hicieron en la finca de Miramar fue remozar un viejo camino rural de seis kilómetros de largo hasta la costa. Otra vez abandonado, es imposible de transitar en la época de lluvias. Unas cuantas vacas pastan allí donde hoy deberían estarse construyendo a ritmo febril las esclusas.
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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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