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La vida es música

Por 5 de octubre de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Félix de Azúa

Todos los que sentimos alguna afición por la música compartimos una profunda simpatía hacia Nietzsche. No sólo nos interesan sus escritos o su pensamiento, sino que nos emociona el personaje y la profunda pasión musical que le acompañó hasta la muerte. Incluso durante los once años de encierro en el nosocomio, también entonces Nietzsche se pasaba horas y más horas improvisando al piano. Así había sido toda su vida, desde aquella primera versión a cuatro voces de la coral que había sonado en el funeral de su padre, cuando Nietzsche tenía cinco años. La escribiría cinco años más tarde. Nunca la olvidaría.

Nadie ha tenido en más alto concepto a la música en tanto que voz del pensamiento. Creía sin reservas en la capacidad de la misma para alcanzar significados que ningún otro lenguaje puede alcanzar. Su filosofía es tan arrebatada justamente porque quiere ser musical en un sentido profundo: "Querría fundirme en las tinieblas de un huracán y en mis últimos momentos ser hombre y relámpago simultáneamente", escribió en la época dionisíaca de su Zaratustra. Y así fue, en verdad. Acabó fulminado por el rayo de la locura y abrazado a un caballo al que su dueño azotaba.

Cuando Nietzsche escribía, leía en voz alta cada párrafo buscando la eufonía y los corregía una y otra vez hasta que sonaban en verdad con la música buscada. Es el mismo procedimiento al que sometía su prosa Flaubert, un método típico de los escritores de versos, pero raro entre los prosistas y seguramente único entre los filósofos. Y sin embargo hay muchos otros casos en los que el escritor busca musicalizar su escritura. El más conocido es, seguramente, Thomas Bernhard, quien no sólo buscaba la eufonía de su prosa, sino que también aplicaba una estructura musical a la obra entera. Tiene novelas-sonata, novelas-variación, novelas-poema sinfónico, y así sucesivamente. Un sistema que alcanza el modo perfecto en sus dramas, auténticos cantos sin música.

Podríamos buscar símiles musicales entre escritores que, siendo inevitablemente un juego, no dejaran de decir algo quizás metafórico sobre su obra. Así, por ejemplo, yo diría que la prosa de Juan Benet tiene la desmesura y el carácter rapsódico de Richard Strauss. O que la de Sánchez Ferlosio se eleva con la espiral salomónica de los adagios de Bruckner. El distanciamiento irónico de Nabokov y su elegancia un punto rebuscada me ha recordado siempre a Stravinsky. Aunque sea demasiado obvio, la escalofriante violencia, la desolación de Vasili Grossman le asimila a la familia de Shostakovich. Y entre mis coetáneos más celebrados, si Mendoza tiene la ligereza, la gracia y las dotes humorísticas de Offenbach, Javier Marías, cuya trágica intimidad nunca es estridente, bien podría ser un discípulo del Fauré camerístico. ¿Y no suena Ligeti en los poemas y prosas de mi admirado Francisco Ferrer Lerín?

Con todo lo anterior sólo deseo anunciarles que se ha editado nuevamente la obra para piano de Nietzsche, que me ha parecido tan interesante como ya suponíamos, y que encontrarán una breve crónica en las páginas de esta misma revista.

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Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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