Sergio Ramírez
¿Cuán lejos está, de verdad, el futuro? En una de las escenas de esa misma película de Spielberg, que muestra al detective John Anderton mientras viaja en el metro, los pasajeros lo que leen son periódicos electrónicos compuestos de hojas de material flexible del tamaño de un tabloide, donde las noticias, ilustradas con videos más que con fotografías, cambian a medida que se producen. El lector tiene entonces siempre en sus manos un periódico absolutamente actual, que no envejece nunca.
¿Es eso, de verdad, tan fantasioso? Los anuncios de valla fijos están ya pasando a la historia, como podemos verlo en los estadios de fútbol, de manera que no hay razón para que no ocurra con los periódicos. Imaginen, entonces. El último periódico impreso se ha dejado de publicar en alguna parte del mundo hace ya tiempos. El viejo papel ha desaparecido, su tersa textura, el ruido familiar que produce cuando pasamos la páginas, lo mismo que el olor de la tinta. La imagen de un ejemplar descuadernado que arrastra el viento por una calle solitaria. La página del periódico de ayer en que el carnicero envuelve el pedazo de hígado que Leopoldo Bloom, el héroe de la novela Ulises de Joyce, compra para desayunar.
Tu amor es un periódico de ayer,
que nadie más procura ya leer
sensacional cuando salió en la madrugada
y a mediodía ya noticia confirmada
y en la tarde materia olvidada…
dice la canción de Héctor Lavoe, porque la vida, y el amor, y la muerte, son como las noticias impresas…