
Sergio Ramírez
Distorsionar el papel de la policía, y convertirla en instrumento dócil del partido de gobierno, como parece ser el designio, vendrá a ser un peligroso retroceso , parejo al retroceso de la democracia que significa alejar a los ciudadanos del ejercicio de sus derecho fundamentales por el arbitrio del que manda por encima de la ley. Esto es lo que siempre hemos llamado dictadura, porque no tiene otro nombre.
Y para más salsa en el plato: la persecución de artistas y escritores, como la desatada contra Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy y Ernesto Cardenal, y contra fundaciones y organizaciones independientes, como la Fundación Cinco que preside el periodista Carlos Fernando Chamorro, acusada de manera grotesca ante los tribunales de "lavado de dinero", sólo porque las investigaciones que realizan desnudan el autoritarismo en marcha.
El primero que debe reflexionar sobre este asunto debe ser el propio presidente Ortega, que tiene un mandato constitucional que cumplir, y no un mandato de hecho. Si los acontecimientos vividos en León se repiten, y otra vez se impide garrote en mano a los ciudadanos ejercer sus derechos, y la violencia oficial intolerante pasa a ser la norma, mientras se convierte a la policía en un instrumento político del poder, y se persigue a quien piensa distinto, tendremos los pies otra vez al borde del abismo.