Sergio Ramírez
Lot y su familia salen apuradamente de Sodoma, porque los dos ángeles los urgen a que no pierdan tiempo, y les prohíben volver la vista atrás, orden que desobedece la mujer de Lot, por lo que queda convertida en estatua de sal. El gran poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, en su poema Beso para la mujer de Lot, dice que ella, al volver la vista, no hacía sino buscar desesperadamente a su amante:
Hacia allá partían como flechas tus miradas,
buscando… Y tal vez lo viste. Porque el ojo
de la mujer reconoce a su rey
aun cuando las naciones tiemblen y los cielos lluevan fuego…
No sería nada extraño que le pusiera los cuernos al viejo Lot en medio de aquella extendida disipación de costumbres. Y esto nos lleva al siguiente episodio entre Lot y sus dos hijas, aquellas a quienes había ofrecido a los licenciosos violadores. Después de que se alejan de la ciudad en llamas, van a dar a una cueva donde duermen las siguientes noches, y entonces las dos muchachas se ponen de acuerdo para emborrachar al padre con vino, y así dormir con él, una cada noche. Y de estos turnos incestuosos con el viejo ebrio, quedaron ambas preñadas.
Sodomías, violaciones, adulterios, incestos. Los justos que los ángeles querían sólo estaban en la ortodoxia de la mente divina, no en la levadura humana.