Sergio Ramírez
El lema de la Cruzada Nacional de Alfabetización, "convirtiendo la oscurana en claridad", que logró unir en 1980 al país para que miles de jóvenes salieran por todo el territorio a enseñar, daría paso pocos años después a otro contrario: "todo para los frentes de guerra". El empeño bélico consumió recursos y disparó el gasto publico más allá de toda posibilidad material, e hizo colapsar la precaria economía, con graves consecuencias de desabastecimiento e inflación, y, sobre todo, de inconformidad.
Hoy no sobrevive la alfabetización, ni el ensueño de la educación popular que llevaría a todos los estudiantes de la escuela primaria hasta el cuarto grado. Los índices de analfabetismo han retrocedido hasta niveles de ayer, y un millón de niños, la mitad de la población de edad escolar, no tienen escuelas adonde ir. En los hospitales públicos las carencias son tales que los familiares de los pacientes tienen que aportar el plasma, y hasta el hilo de sutura para las cirugías. Y de la reforma agraria, que pretendió entregar la tierra a los campesinos, sólo quedan escombros.
Al principio el gobierno sandinista pretendió organizar con la tierra reformada unidades de producción estatal, donde los campesinos serían huéspedes productores, después que durante la lucha armada se había prometido entregarla en propiedad, lo que trajo agudas inconformidades, tales que muchos se sumaron en el campo a las fuerzas de la contra.
La rectificación vino tarde, cuando la guerra había recrudecido, y vino mal, porque los títulos de propiedad no permitían ni heredar, ni vender la tierra.