Sergio Ramírez
Existen, pues, clínicas especializadas en el tratamiento de la adicción sexual, es decir, del vicio de las mujeres, como hay otra en Los Ángeles, el Sexual Recovery Institute , donde los pacientes se benefician de la compañía de otros pacientes con el mismo problema; y existen también programas de televisión dedicados al tema, como Rehabilitándose sexualmente con el doctor Drew. Este médico sostiene que Woods no padece de adicción sexual, sino amorosa, y que según su criterio no es lo mismo, dado que el paciente sostuvo relaciones con sus numerosas amantes por largos meses, y no como cosa de un instante. "Aparentemente siente la necesidad de ser adorado", dice el médico, "verse reflejado en los ojos de esas mujeres, y que eso signifique algo en su vida".
Faltaba el acto final. Woods salió bajo permiso de la clínica para presentarse ante el implacable tribunal de la moral pública y hacer su confesión, un acto litúrgico que se celebró en Pontevedra, Florida, delante de las cámaras de televisión, con la sola presencia física de cuarenta personas cercanas a él, entre ellas, en primera fila, su madre; pero al contrario de lo que se acostumbra en estos rituales de purificación, faltó su esposa.
"He tenido affaires", confesó con rostro sombrío, "fui desleal, fui falso". Y no dejó registro sin tocar en cuanto al arrepentimiento por los pecados sexuales cometidos. Sus implacables asesores de imagen y sus relacionistas públicos le exigieron ir a fondo en su strip-tease moral. Pidió perdón a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus patrocinadores, a sus fans, a los jóvenes y niños que lo habían tenido como ejemplo, y lamentó haberse alejado de su fe budista. Pero todavía no había tocado fondo, sino cuando dijo: "Pensé que me podía salir con las mías en cualquier cosa que yo quisiera. Pensé que había trabajado duro toda mi vida y que merecía gozar de todas las tentaciones que me rodeaban. Gracias al dinero y la fama, no tenía que ir muy lejos para encontrarlas."