Sergio Ramírez
Del correo electrónico oí hablar primero de manera lejana, un asunto curioso. El teléfono celular me pareció un juguete raro. Y recuerdo que la revista Time registraba en cada número los sitios web más atractivos, tarea que sería hoy inútil, porque hay millones.
Es lo que está pasando hoy día con las impresoras en tercera dimensión, por eso empecé hablando de nuestra idea limitada de lo que significa imprimir. Se oye hablar de esta nueva invención de manera esporádica y lejana, apenas como una curiosidad, a pesar de que estamos entrando en una nueva era, como antes con la aparición de la imprenta, o de la máquina de vapor, o de las computadoras.
Una impresora en tercera dimensión trabaja igual que cualquier otra, con cartuchos, sólo que en este caso son de polvos de resinas, polímeros y tintes; sólo que en lugar de imprimir caracteres sobre una superficie plana, como el papel, va agregando capa tras capa hasta formar objetos, siguiendo las instrucciones inscritas en el programa digital de diseño. Juguetes, por ejemplo. Adornos de mesa, lámparas, pulseras de reloj, pendientes, collares, broches, adornos de Navidad. Todo lo que nos puede parecer bagatelas.
La fabricación de estos objetos, que ha dependido hasta ahora de un proceso industrial bajo una marca registrada, y de la distribución por un mayorista a tiendas al detalle donde el cliente tiene que buscarlos, se hace ya de manera doméstica. Desde su propio hogar, cualquier puede buscar en Internet el diseño que le convenga, y fabricar la pieza uno mismo.