
Sergio Ramírez
Lo que más me atrae del caso del muñeco de vudú con su dotación de agujas, es el temor confeso que el agraviado, el presidente Sarkozy, muestra respecto a la hechicería. Si no temiera, no se quejaría, piensa uno. ¿Será que cree en las fuerzas ocultas del mal? En ese caso, debe buscar la contra, que siempre existe, para librarse del mal de las agujas.
Francia ha representado siempre a la diosa Razón, que sonríe con sarcasmo cuando escucha hablar de brujerías, supersticiones, y otros manejos tremebundos. ¿Será que esta diosa tan austera, de túnica impoluta, y de porte tan recto, empieza a cojear? Pues ahora vemos a unos ciudadanos que se divierten en sus casas con las artes del vudú aplicadas a su propio presidente, a quien torturan con alfileres. Torturan al muñeco, pero siendo éste la representación del sujeto verdadero, cuando meten cada aguja en sus carnes falsas, estopa o esponja, están pensando sin dudas en él. Ahora, si la diosa Razón cojea del pie de la risa, aunque eso la haga ser renca, mejor.
En esto de las artes ocultas pueden aconsejar al afligido presidente Sarkozy no pocos líderes políticos latinoamericanos, del presente y del pasado, ellos y sus esposas, que gobernaban, o gobiernan, atendiendo a signos milagrosos, y promueven el arte de la brujería para dominar a sus contrarios, con lo que buscan las protecciones suficientes para defenderse de maldiciones y encantamientos, en los que nunca faltan los muñecos ensartados de alfileres, o la mano de Fátima, que tiene pintado en la palma un ojo que todo lo vigila.