Sergio Ramírez
Otra oferta de riqueza instantánea viene de parte de Adada Muhammadu, traficante petrolero de Irán, que empieza contándote que padece de cáncer en el esófago, y hallándose desahuciado, quiere compartir su fortuna: “nunca fui generoso, siempre traté con hostilidad a quienes me rodeaban, y sólo me preocupé de hacer dinero. Jamás me casé, jamás tuve amor por nadie. Ahora me arrepiento…” Sólo necesita que le envíes el número de una cuenta bancaria donde pueda hacerte un depósito, pero rápido, los médicos le han dicho que no le quedan sino semanas de vida.
Este otro, tesorero personal del magnate petrolero ruso Mikhail Khodorkovsky, no se anda por las ramas. Ha decidido quedarse con el valor de tres últimos embarques de petróleo de su patrón, que van camino a Rótterdam, y de la suma resultante que es de 50 millones de dólares ofrece darte el cinco por ciento, algo que no está nada mal, 2.5 millones de los que podrás disfrutar el resto de tu vida, sin más preocupaciones.
Son decenas de esas cartas, hilos de una inmensa red tejida por eficientes fabuladores para pescar incautos, que los hay en el mundo. ¿Dónde se hallan estas fábricas de mentiras?