Sergio Ramírez
Que la tierra tiene apenas 6000 años de edad, que el mundo fue creado en exactamente siete días con sus noches, y que los hombres de las cavernas y los dinosaurios convivían juntos, como en las historietas de los Picapiedras, son creencias que no deberían quitarle el sueño a ningún científico de un país como Estados Unidos, que tiene la cota más alta de premios Nóbel en Biología, Química y Física. Sino fuera por el creacionismo.
Esta corriente religiosa pertenece al credo oficial de multitud de iglesias sureñas, en el extenso territorio llamado "el cinturón bíblico", y hay una pugna para que sea materia de enseñanza en las aulas en muchos estados, lo que hace que la comunidad científica ponga el grito al cielo: "tampoco enseñamos la astrología como alternativa a la astronomía, o la brujería como alternativa a la medicina", dice el doctor Francisco Ayala, profesor de ciencias biológicas en la Universidad de California.
Pero, además, no se trata de teorías extravagantes salidas de la nada social, a como salió el mundo de la nada física según los creacionistas: un 47% de los ciudadanos, según las encuestas, creen que realmente ocurrió así con el nacimiento del mundo, algo que comparte el propio presidente Bush; del otro lado, quienes creen que los seres humanos son el resultado de la evolución en un proceso de millones de años, según fue establecido por Darwin desde el siglo diecinueve, ganan por una escasa mayoría.