Sergio Ramírez
Cuando abro mi correo cada mañana, en cualquier confín donde me encuentre, me hallo siempre con una larga carta que viene de manos de uno de mis novelistas preferidos. Son los que me ofrecen fortunas millonarias bajo diversos disfraces, y con una persistencia que sólo tienen los buenos farsantes. ¿Farsantes? En esa categoría de mentirosos consumados estamos, por supuesto, los escritores. ¿Te los has encontrado también?
Esta vez es D.L. Martins, un holandés errante que ha desaparecido en la Patagonia sin dejar huella, y su fortuna de treinta millones de dólares ha quedado consignada en una cuenta cifrada de un banco de Suiza. No tiene herederos. Su abogado es el que te escribe desde Hamburgo, y consigna en la carta su dirección y demás datos pertinentes, para que no te queden dudas.
Una firma de abogados en Rabat, Marruecos, no menos seria y prestigiosa, te ofrece compartir una tajada suculenta de la fortuna de Mariam Seseko, la antigua primera dama de Zaire, viuda del sanguinario dictador Mobuto Seseko; ella lo que necesita es un samaritano, alguien que le preste su nombre para sacar 40 millones de dólares que se encuentran congelados en alguna parte, porque, perseguida por la justicia fiscal del mundo, no puede hacerlo por sí sola…