Sergio Ramírez
Cuando José Arcadio Buendía llega a la sabia conclusión de que la tierra es redonda como una naranja, tiene la excusa de que se trata de los tiempos primerizos de Macondo, cuando el conocimiento asombra por su novedad. Pero tomen en cuenta que hoy mismo, en los albores del siglo XXI, y cuando despunta el nuevo milenio tecnológico, en los Estados Unidos de América uno de cada cinco adultos cree que el sol da vueltas alrededor de la tierra, según una encuesta de la Fundación Nacional de Ciencias.
Es un dato que me ha dado algún consuelo, después de conocer los resultados de las pruebas de admisión a las universidades del sistema público de Nicaragua, cuando el 95% de los postulantes, provenientes de la escuela secundaria, resultaron reprobados. Es como si la ignorancia fuera contagiosa, no importa el nivel de desarrollo económico de los países, o como si los déficit de la educación desolaran por parejo a la humanidad, para crear esos grandes abismos del conocimiento, que la trivialidad se encarga de rellenar con su alegre pala mecánica.
No es, pues, la ignorancia, un asunto proverbial de las candidatas a reinas de belleza, que encandiladas por los focos de los escenarios donde se pasean en bikini, suelen olvidar lo poco que aprendieron en el colegio, a la hora de responder los amables cuestionarios de los jueces, sobre historia y geografía. Pero vean lo que pasó a Kellie Pickler.