Sergio Ramírez
En su discurso de toma de posesión de la presidencia de El Salvador, Mauricio Funes citó "dos ejemplos vigorosos", el del presidente Obama de Estados Unidos, y el del presidente Lula da Silva de Brasil. Uno capaz de reinventar la esperanza, y otro capaz de consolidar un gobierno popular, y a la vez democrático, "con una economía fuerte y una distribución justa de la riqueza". De Obama ha dicho Funes que es su amigo personal, lo mismo que de Lula. Y a Lula le hizo la primera de todas sus visitas al extranjero como presidente electo.
Los entusiasmos de Funes no son los mismos con el presidente Chávez de Venezuela, a quien no visitó en Caracas sino semanas después de haber estado en Brasilia, una visita de cortesía, más que de búsqueda de alianzas; y acerca del ingreso de El Salvador a la Alianza Bolivariana (ALBA), más que determinación, ha mostrado reticencias.
Por tanto, para Chávez y sus aliados, Funes está haciendo las escogencias equivocadas, y le mostraron su enojo ausentándose de las ceremonias del traspaso de mando. El presidente Evo Morales de Bolivia fue el primero en cancelar su viaje, lo siguió Chávez, y el presidente de Nicaragua Daniel Ortega se presentó a última hora, sólo para participar en el acto popular organizado por el FMLN, el partido triunfante. Se trataba de una acción concertada, y de un aviso: estás conmigo, o estás contra mí. No hay medias tintas.
El presidente Funes no quiere enredar la madeja. En cuanto a la escogencia entre Lula y Chávez, son dos modelos de izquierda latinoamericana que vienen a resultar opuestos. Y en cuanto a Obama, ya Daniel Ortega se había encargado de advertir en un programa de televisión en Cuba, que en la cumbre de Puerto España hubo presidentes latinoamericanos que corrieron tras el encantador como si se tratara del flautista de Hamelin: "con su flautita y todos los ratones detrás vamos para el precipicio…" Ratones, ni siquiera niños inocentes.