Sergio Ramírez
En homenaje a la amiga María Muesca que habla tan bien de Disney, prometo repasarlo, y de una vez me apresuro en reconocer su genio, o el genio de sus ejecutivos, ya que la empresa ha seguido siendo exitosa muchos años después de su muerte, igual que Charles Atlas, que sigue aún vendiendo cursos de tensión dinámica para crear cuerpos atléticos y ya desapareció de este mundo hace décadas. Con Charles Atlas me encontré, precisamente, en las contraportadas de las historietas, que entonces llamábamos penecas por influencia Argentina, pues de allí venían muchas de esas revistas.
Ese genio de Disney que digo, consiste en seleccionar de las historias y novelas universales, y que son clásicas por su alcance literario, la esencia misma del argumento en el que no faltan los héroes y villanos, y tampoco la maldad y la bondad, pero no de una sola pieza, sino dentro de una construcción en la que abundan los matices, como corresponde a toda literatura trascendente. No hay duda que para pasar un argumento al dibujo lineal, fijo o animado, se precisa una selección de lo esencial, y un despojo de los matices, de allí que los malos lo sean sin fisuras, y los buenos sean candidatos a la santidad. Y es que las historietas no pretenden ser literatura. Luego les digo más.