
Eder. Óleo de Irene Gracia
Rafael Argullol

Delfín Agudelo: A mí en todo caso me llamó la atención en el cruce de declaraciones. Por un lado Almodóvar criticaba el hecho de que Boyero hubiera sido escogido para ir a Cannes, y por el otro lado El País criticaba Almodóvar diciendo que siempre le habían dado protagonismo. Ahora bien, ni en una ni en otra se habla de la obra. En ningún momento se habla de la película, que es el grueso: nunca se habla de Los abrazos rotos como aquello a lo que se debe atender, que es lo que las dos partes tienen que tener en consideración. Hablamos de omisión compartida.
R.A.: Creo que es un aspecto muy representativo del desconcierto general que actualmente hay en los medios de comunicación, y en concreto de los medios de comunicación escrita, y el desconcierto respecto a qué públicos esos medios quieren dirigirse. A veces da la impresión de que esos medios o los protagonistas culturales o críticos de estos medios busquen desesperadamente nuevos públicos a los que dirigirse, por ejemplo públicos supuestamente juveniles, gracias al cual en cierto modo buscan con la misma desesperación toda una serie de supuestas estéticas de la actualidad que les lleva también a despreciar lo que podría ser el bagaje de la gran tradición cultural o el bagaje de autores que encuentran excesivamente intelectuales. No es el caso, seguramente, de Almodóvar, pero hasta Almodóvar ha llegado a tener el San Benito de ser excesivamente intelectual, y no digamos el caso de cineastas como Víctor Érice. Para no quedarme solo en el caso de la crítica de cine, creo que es extensible a las otras críticas: lo mismo está pasando en la crítica literaria, en la cual cada vez hay más críticos que de una manera asfixiante están intentando buscar nuevos fenómenos literarios sobre todo si pueden ser de masas, sean de novela negra nórdica, sean de constructores de bestsellers sobre novela histórica, etc., que quizás hace un tiempo habían merecido una crítica más rigurosa y que ahora los críticos se inclinan demagógicamente a la idea de que este es el nuevo gusto de la época o del porvenir inmediato, mientras desprecian una tradición intelectual que se supone elitista, vinculada a la otra cultura.