
Eder. Óleo de Irene Gracia
Rafael Argullol
Rafael Argullol: Pero algo de lo que se ha hablado menos es que el capitalismo y el hipercapitalismo siempre ha necesitado el apocalipsis colectivo. Lo necesita renovar cíclicamente pero en este caso la solución no es ni el paraíso en el cielo de las religiones tradicionales, ni el paraíso en la tierra de las ideologías utópicas y seculares, sino la solución es el paraíso del consumismo, el paraíso continuamente presente del consumismo.
Delfín Agudelo: ¿Cómo reaccionaría el hombre ante una amenaza verdadera de una situación apocalíptica? ¿Cómo se preguntaría acerca de sí mismo si se ve involucrado en un escenario completamente cinematográfico? Porque no ha habido mayor éxito en las taquillas que en las películas en las que se proclama una amenaza, sea un asteroide o un virus. Detrás de la amenaza está la inquietud: "esto no es una película". ¿De qué manera puede sacudir esto el concepto que tenga el hombre de sí mismo cuando cae en cuenta de que "las cosas sí le pueden pasar a uno, y le pueden pasar en este momento"?
R.A.: Hay que activar la amenaza de alguna manera para indicarle al hombre que la vida es corta, pero no para que la enriquezca, sino para que consuma al máximo, y le enfrenta ante la posibilidad de que la única manera de escapar de la lógica apocalíptica es ese paraíso efímero del consumo. De ahí que creo yo que nuestra sociedad, a pesar de las películas que se han hecho, está escasísimamente preparada para la pregunta que tú formulabas respecto a cómo reaccionaría el hombre ante una situación apocalíptica de verdad, ante una situación en la cual nos enfrentáramos a una situación límite. Porque para enfrentarse a esa situación se requeriría una resistencia, un sentido de la libertad, incluso un sentido de la continuidad humana que muchas veces ahora no es lo que se tiene presente de manera inmediata. Creo que el capitalismo a través de las cíclicas amenazas prepara para ofrecerse él mismo como salvación, pero de ninguna manera nuestra civilización actual está preparada para mantener vínculos de solidaridad y resistencia y rebeldía, como exigiría una amenaza apocalíptica real. Más bien estamos enfrentados a una especie de fragmentación en la cual hay una desconfianza extrema entre los diversos seres humanos, poco cohesionada. Quizá la amenaza cohesionaría, pero de momento lo que estamos comprobando es que esas amenazas cíclicas e invisibles que vamos padeciendo en las últimas décadas lo que hacen es producir un mayor desconcierto y de alguna manera vendernos todavía más a la lógica del mercado.