
Eder. Óleo de Irene Gracia
Rafael Argullol

Delfín Agudelo: Ante el peligro de un totalitarismo con la amenaza- y aquí también entra un tema muy recurrente en nuestras conversaciones como lo es 1984 de Orwell-, hay algo que me llama la atención que es la eterna seducción del mal, y no me refiero a la que te seduce por hacer el mal, sino a interesarte por mal. No creo que alguien al ver la película pretenda traer ese mal, pero sí se siente íntimamente ligado y atraído por ese mal, seducido por ese mal. ¿Será que nos interesa más la bondad que la maldad? Si podemos hablar de la condición humana actual, encontraríamos mayor interés?
R.A.: Lo que tienen en común la mayoría de estas obras, por ejemplo Good o The Reader, es la preocupación de porqué un individuo, un hombre, si no bondadoso al menos no malvado, se va sumergiendo en los engranajes del mal. Creo que el mal en sí mismo no crea fascinación; si pudiera existir este tipo de hombre, un hombre quitaesencialmente y químicamente malo, no crearía ninguna fascinación, porque probablemente al hombre químicamente malo es completamente trivial. Lo que crea no sé si fascinación pero por lo menos una honda preocupación es ver cómo en determinadas circunstancias históricas y colectivas, el mal va ganando terreno a través de un chantaje progresivo, primero en personas quizá algo acobardadas, y finalmente incluso personas bondadosas. De manera que va abrazando a gente que evidentemente en su propia individualidad no habría que considerar malvados, pero que acaban jugando una función maligna.
El caso de Good es muy interesante porque lleva a colación una cuestión contemporánea. El protagonista es un hombre que en el pasado ha escrito una novela o una obra de ficción sobre lo que ahora llamaríamos la eutanasia, es decir, cómo ayudar a morir o a acabar con el dolor por humanitarismo. Ese mismo hombre, profesor de universidad, al cabo de unos años cuando ya el nazismo es llevado al poder, es citado por los jerarcas nazis, se le propone que haga un ensayo sobre el tema porque el propio nazismo quiere aplicar un nuevo humanitarismo, que es cómo acabar con la humanidad débil, dolorosa y minusválida. Este hombre que ha escrito con la mejor de las intenciones esa novela se ve implicado en todo un mecanismo que le llevará a justificar, sin que él lo sepa, los campos de concentración. Cuando él ve por vez primera en qué consiste un campo de concentración, queda desesperado sobre su propia complicidad con los engranajes. Pero en ese caso- y de ahí imagino el título de la película- es cómo el bueno puede participar en los mecanismos de la maldad, y eso es lo que verdaderamente nos seduce, fascina o preocupa, incluso en el terreno de lo político y de lo religioso. La presencia de los bárbaros en nuestro mundo generalmente se hace a través de la reivindicación de la suprema bondad de lo divino, de la suprema bondad de lo religioso. El fanatismo casi siempre es un fanatismo que se presenta como fanatismo del bien, no del mal, pero cómo a través del bien se puede llegar al mal.