Oscurantismo y literatura
Rafael Argullol: El momento en que cada una de las creaciones artísticas se encierra en sí misma, sea a través de sistemas filosóficos cerrados o de supuestas característica religiosas, el diálogo se hace más y más difícil.
Delfín Agudelo: ¿Por qué crees que, por ejemplo, la literatura actual no ha caído en algún tipo de oscurantismo? Puede que sí los estudios literarios, mas no la producción literaria. Lo que percibo es que la literatura actual, tal como hemos visto, no es necesariamente oscurantista sino prácticamente lo opuesto.
R.A.: Si por literatura actual comprendemos la de comienzos del siglo XXI —incluso la de las dos últimas décadas del siglo XX—, lo que dices es cierto. Pero lo que también es verdad es que al mismo tiempo de un cierto oscurantismo filosófico se erigió un oscurantismo en los estudios literarios, que culminó en las toneladas y toneladas de para-teoría que en los años sesenta y setenta, de la mano de los estructuralismos y todas sus consecuencias, solamente veía un camino para la literatura, que era de determinada vanguardia. Cuando se volcó esta vanguardia, después de Joyce y Beckett, hubo una especie de para-ascetismo de estudios literarios basados en la estructura universitaria que fomentaron un gran oscurantismo literario a lo largo de la segunda mitad del XX, que muchas veces iba emparentado con el filosófico, y entre los dos crearon un auténtico magma que cayó sobre generaciones de estudiantes.
Afortunadamente en los últimos años del siglo XX parece apreciarse una progresiva emancipación de la narración literaria respecto a ese magma, en gran parte como consecuencia de la apertura europea a otras tradiciones del mundo, que hizo que toda esta especie de dogmatismo teórico rompiera sus moldes. En la medida en que entre un cierto aire fresco en la literatura, éste acabará contagiando lo que llamamos filosofía. A veces han sido hermanas y otras como máximo primas hermanas, y creo mucho en la mutua alimentación entre literatura y filosofía. Los grandes movimientos de la filosofía han coincidido casi siempre con una filosofía que se expresaba con gran actitud literaria, como Platón, Giordano Bruno y Nietzsche mismo; y al revés: en la medida en que hay una literatura fresca, es mucho más posible que también haya una filosofía fresca porque de nuevo la filosofía intentará expresar con claridad y con equilibrio de imágenes y conceptos lo que es la condición humana. En lugar de enterrarse de una manera rancia y claustrofóbica en esa especie de laboratorios teóricos —que pueden servir mucho al gremio de los profesores de filosofía para sus pequeñas vidas y sus pequeños currículums—, debería dedicarse a algo que sirva para la filosofía misma.