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Ángeles y monstruos

Por 21 de agosto de 2008 Sin comentarios

Rafael Argullol

Rafael Argullol: Entonces no es que no haya monstruos en la Biblia, sino que están más aletargados.
Delfín Agudelo: ¿Podríamos, entonces, tomando personajes literarios, hablar del William Blake, diablo como un monstruo?
R.A.: El diablo es un monstruo como un ángel. Un ángel también es un monstruo. Quizás nuestros dos monstruos favoritos son el ángel, que representa nuestra ansia de espiritualidad, y en el diablo, en el cual vertimos nuestras bajas pasiones y pensamientos ocultos. Pero probablemente todos los monstruos que nosotros encontramos en las distintas mitologías, incluso los que encontramos en toda nuestra larguísima tradición literaria, sean mezclas a distintas dosis del ángel y del diablo. Es decir, el hombre se refleja en mil espejos, en un extremo está el ángel, en otro extremo está el diablo, y en las iridiscencias que se dan en la mezcla de espejos tenemos un monstruario, en el cual se van identificando distintos aspectos del propio ser humano. Nuestra necesidad de lo monstruoso es tan grande, que si en algún momento determinado no logramos tener un monstruo a nuestro alcance, lo inventamos de inmediato. A ese respecto hay una historia interesante que aún padecen  muchos de los museos de historia de occidente, sobre todo los que se fundaron a medidaso del siglo XIX. Sucedió que en oriente, en los mares del sur, en los puertos de Macao, Singapur, etc., con la difusión del evolucionismo o darwinismo, los comerciantes chinos se dieron cuenta de la atracción que tenían los occidentales -británicos y americanos- por los distintos animales monstruosos, reales o inventados, que pudieran encontrarse en oriente. A partir de aquí empezaron a fabricar monstruos mezclando distintos animales que vendían luego a los occidentales como si fueran distintos eslabones en la cadena de la evolución. Todos estos monstruos, muchos de ellos inventados, fueron a parar a los museos, porque evidentemente el gabinete de monstruos suscitaba tal imaginación en los públicos  de la época que lo que aún nosotros tenemos contenido en nuestras televisiones entonces se contenía en las ferias y en los museos. El museo de historia natural de Londres o de Nueva York, que son una auténtica maravilla, no reclamaba solamente la atención de los estudiosos. A finales del siglo XIX también la atención de miles de personas que iban a ver esos monstruos que no podían ver en las calles de su ciudad. Evidentemente en nuestros días tenemos otros escenarios en los que se nos muestran tales monstruos.

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Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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