Rafael Argullol
Delfín Agudelo: Hay un tipo de publicaciones con las cuales nunca he podido saber en realidad qué criterio adoptar, que es la correspondencia de los escritores. Textos que en sí son destinados a una intimidad y una interioridad que luego son rescatados y son puestos a luz pública, pero que no están bajo este marco de publicación que el mismo escritor contempló. ¿Por qué vamos a leer este tipo de escritura si este juego de desvelar su verdad es lo que está haciendo en el libro? Me encanta leer la correspondencia, pero no deja de tener cierto elemento de voyerismo.
R:A.: El tema de la correspondencia es complicado, sobre todo en los escritores clásicos. En nuestro tiempo la correspondencia en cuanto a género literario ha desaparecido como tal, pero sigue existiendo una tradición literaria a través de la correspondencia. Ahora acaba de publicarse en España la correspondencia de Tolstoi, y evidentemente tiene que ser publicada porque nos da una luz muy importante sobre su obra y toda su época. Aunque es un tema complicado, creo que hay una correspondencia que es un auténtico género literario; podríamos decir el género literario escrito a dos manos, en muchos casos con una clara voluntad enmarcarse en este género literario. En cambio lo que me parece mucho más discutible es que se tenga que publicar la correspondencia que puramente refleja una intimidad por parte de quien la ha escrito; una intimidad personal, casi fisiológica de ese personaje. Creo que ahí se podría influenciar, pero también cuestionar, que muchas veces las fronteras entre una cosa y la otra son difíciles. Acabo de citar a Mann y es muy difícil, en su correspondencia, separar lo que son sus obsesiones narcisistas, egocéntricas, sus propias tendencias sexuales más o menos larvadas de lo que pueda decir sobre la cultura, literatura o política de su época.