Marcelo Figueras
¿Por qué perdura Sherlock Holmes? A simple vista, deberíamos considerar los relatos de Sir Arthur Conan Doyle, y por extensión a su personaje central, como puro objeto de nostalgia. ¿Un hombre que puede ‘leer’ la realidad como si fuese un texto, entendiendo hasta lo que el mundo se empeña en ocultar mediante el uso de una percepción afiladísima en combinación con sus conocimientos, su capacidad de asociación y su imaginación prospectiva? ¿En este universo donde la realidad suele arrollarnos mucho antes de que tengamos la posibilidad de entender qué nos volteó? Holmes no desciende de los monos sino del pensamiento positivista y su fe en los poderes del raciocinio -lindantes con lo místico, más allá de la contradicción: ¿o acaso no fue Doyle mismo un ávido cultor del espiritismo? Y en estas sociedades al filo de una nueva Edad Media, ya nadie tiene fe en el intelecto per se. ¡Le hemos consagrado altares y civilizaciones, y miren dónde nos ha conducido!
Sin embargo Holmes perdura. De tanto en tanto resurgen nuevas películas o miniseries que lo tienen por centro, algunas siguiendo literalmente los relatos de Conan Doyle, otras tomándose todas las libertades. Todavía recuerdo el entusiasmo que me produjo la novela The Seven-Per-Cent Solution, de Nicholas Meyer, a mediados de los 70, no sólo porque resucitaba a Sherlock enviándolo a nuevas aventuras -a esa altura ya me había leido todas las originales- sino también porque se animaba a cruzarlo con otro personaje central a su época, en este caso real: el ilustre Sigmund Freud. No recuerdo haber visto el film que después dirigió Herbert Ross, con Alan Arkin en el papel de Freud, y quizás la novela no resista hoy una releida. Pero la idea de cruzar a Holmes con Freud fue y es brillante. Algunos años después Alan Moore recurriría al mismo artilugio en The League of Extraordinary Gentlemen, sólo que en este caso entrecruzando personajes de ficción que resultaban coetáneos: el capitán Nemo, Mr. Hyde, el Hombre Invisible, Allan Quatermain…
La novela de Michael Chabon The Final Solution, que enfrenta al detective casi nonagenario con el horror nada positivista del Holocausto, es del año 2005. Gregory House, el médico protagonista de la serie Dr. House, es una creación inspirada a consciencia en el Holmes más misántropo. Y ahora, mientras Guy Ritchie filma una peli de Holmes con Jude Law como Watson y Robert Downey Jr. como el detective (Downey es brillante aunque nadie en sus cabales pensaría en él como Holmes; y sin embargo, nadie pensaba tampoco que Downey podía interpretar a Chaplin), se prepara otra peli en clave de comedia, en este caso con Sacha Baron Cohen, o sea Borat, en el rol protagónico.
Holmes sigue siendo interesante en estos tiempos ya no por la enormidad de su intelecto (Bill Gates también es un cerebro, y no sugiere misterio alguno), sino por la oscuridad que ese intelecto hiperdesarrollado pretende disimular. ¿Una sexualidad inexistente o al menos mantenida en secreto, ataques de melancolía al son del violín, un hábito de cocaína en solución al siete por ciento? Lo que seduce de Holmes no es tanto lo que revela, sino lo que esconde. Por eso seguiremos virtiendo nuestra imaginación en el centro oscuro de su ser, porque en ese pozo sin fondo más que a Holmes, nos encontramos a nosotros mismos.