
Eder. Óleo de Irene Gracia
Rafael Argullol

Delfín Agudelo: Eyes Wide Shut, en cambio…
R.A.: Es una película que tiene algo de agridulce; por un lado encuentro que tiene momentos excepcionales que está presente lo mejor de Stanley Kubrick, y por otro lado me parece desigual: no estoy completamente convencido ni mucho menos que el protagonista fuera el adecuado para tener la fuerza necesaria que exigía el protagonista y el guión, y mucho menos el relato original. Respecto a esto, tengo un poco de prejuicio: hace muchos años leí casi por casualidad el relato de Schnitzler que se llama Un sueño, y es un relato extraordinariamente evocador del mundo onírico, extraordinariamente sugerente del desbordamiento que el sueño provoca respecto a la realidad. También muy transgresor respecto a las propias importancias y por lo tanto a las propias incapacidades. Entonces no estoy seguro de que esto fuera trasladado con toda su eficacia en la película, a pesar de tener momentos excepcionales. La fiesta orgiástica final tiene cosas muy buenas pero también que a veces son demasiado decorativas, pero me parece muy bueno en cambio el baile de disfraces de la primera parte de la película porque introduce claramente ese mundo de claroscuro que Schnitzler había planteado en el relato.
Eso nos lleva también a comentar la actitud que tenía Kubrick en la traslación de textos al cine, porque ya no fue solo en esta película, fue en El resplandor y fue también en 2001, tomado de un gran texto de ciencia ficción de Clarke y sobre todo Lolita, porque allí Kubrick consiguió un prodigio: no hacernos olvidar pero hacernos reconocer la fuerza paralela que tiene la película en relación a la propia novela de Nabokov. Tanto en la película como en la novela uno es introducido a una muy laberíntica historia de seducción y de amor- yo la llamaría historia de amor, tal como dice Nabokov al final del libro; quizás en nuestra época políticamente correcta la gente se encuentre reacia a llamar a esto historia de amor-. Después también es una novela en gran parte de estructura iniciática, es uno de los mejores libros de viaje a través del Estados Unidos profundo. Kubrick consigue esto mismo con extraordinaria eficacia a través del tratamiento del espacio que él da en su película; los sucesivos hoteles donde se alojan, de los pueblos con toda la brutalidad de ese pueblo del midwest americano, de los paisajes rurales que van recorriendo a través de un periplo larguísimo, todo ello adornado con algo que adquiere extraordinaria eficacia que es la sombra inquietante de un perseguidor, que es el personaje que hace magistralmente Peter Sellers; el personaje que en cierto modo se convierte en incitador de la culpa, de la mala conciencia, del pecado, de la perversión, mostrándose y camuflándose continuamente. Eso que en la novela se muestra era muy difícil trasladarlo al cine, y Kubrick lo hace con una maravillosa capacidad lírica y capacidad poética. Por tanto, la mayoría de sus películas proceden de textos literarios. Nabokov es un buenísimo ejemplo para mostrar un tema que a mí siempre me ha interesado muchísimo, dado que así lo fundamenta el siglo XX, que es el mundo paralelo de la literatura y el cine en los textos que luego se han convertido en película. Es una cuestión que valdría la pena comentar largamente con algunos ejemplos.