Javier Rioyo
Afirma mi querida E.T. desde Euskadi que no leerá a Céline. Que no lo hará por haber sido colaboracionista, por haber estado cerca del nazismo. He intentado pensar como ella. No lo consigo. ¿Porqué negarse a conocer un autor que no piensa como nosotros? ¿No debemos conocer, si merece la pena, también a los que estén en nuestras antípodas ideológicas? O a los no ideológicos. Los que han querido estar al margen de las guerras, las ideologías o de los ismos más frecuentes del pasado siglo.
Yo creo que hay que leer al escritor, al poeta, que sea capaz de acercarnos a las emociones. Hay otras lecturas divertidas, evasivas, entretenidas o y otras muchas. Pero esos escritores capaces de tocar profundidades del ser humano no son tantos. No creo que si somos lectores debamos permitirnos el prescindir de algunos escritores por su historia política. Siempre leeré a Jünger, aunque permanezcan las sospechas de lo que hizo y fue en su juventud. Y leeré e Drieu La Rochelle, con quién no hay dudas de su acercamiento al nazismo. Escritor maldito, suicida, que no pudo soportar ese "circulo de soledad armado de púas internas" en el que vivió parte de existencia. Si quiere leer, por ejemplo "El fuego fatuo", vea la película de Louis Malle.
Como leeré Montherlant, D’Anunzio, Malaparte o Ezra Pound. No estuvieron en "mi bando" en aquellas guerras. Pero también en "mi bando" estuvieron los comunistas, los estalinistas y los sigo leyendo. Me acaba de llegar una edición en bolsillo de "El Don apacible" de Shólojov, ¿no leerla por sus simpatías con el comunismo? ¿Dejar de leer a Neruda y Alberti? ¿O no leer a Gabriel garcía Márquez porque sigue defendiendo a Fidel Castro? Seguiré leyendo, escuchando o viendo las obras de los que creo que merecen la pena. Incluso volveré a ver "El triunfo de la voluntad", filmada para mayor gloria de Hitler por esa fascinante directora, y nazi, llamada Lenni Reinfensthal. Incluso estoy dispuesto a leer algún poeta nacionalista vasco.