Jean-François Fogel
Si uno va a leer algún documento sobre las relaciones entre EE. UU. y América Latina antes de la próxima cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago tiene que ser la estupenda síntesis (en inglés) que publica el sitio americandiplomacy.org. Gonzalo Baeza y Mark Langevin -periodista y profesor, respectivamente- hicieron una lectura combinada del programa del entonces candidato Barack Obama y de los estudios del Council for Foreign Relations, del Washington Office on Latin America, de la Brookings Institution, del Council of the Americas y del Inter-American Dialogue. Mejor no puede ser.
La tesis dominante es la siguiente: el mejor camino para desarrollar una cooperación entre las dos Américas es a través de una convergencia de intereses nacionales. De grandes decisiones, nada, mejor aprovechar las oportunidades.
Hay un acuerdo unánime sobre la necesidad de luchar frente a la pobreza, a la desigualdad y, quizás, para conseguir una cierta integración comercial. No es tan fácil conseguir harmonía en lo que tiene que ver con energía (hay un orgullo en el Sur vinculado a la voluntad de no entregar los recursos para que sean gestionados por compañías extranjeras). Y, claro, no se puede apartar el tema de la energía de la defensa del medio ambiente. Los capítulos sobre migraciones, narcotráfico, democracia, derechos humanos sí son sorpresas: se sabe lo que espera América Latina sin recibir nada.
En el fondo, el tema clave es Cómo. Hay que decir cuál es el método para romper la distancia entre los vecinos del Norte y del Sur. Claro que el tratamiento de México y Brasil son clave. Pero más allá de eso se recomienda la prudencia al presidente Obama: escuchar mucho más que hablar, nombrar a un enviado especial en línea directa con el despacho del presidente. En última instancia, podemos resumir todo en dos palabras: respeto y cercanía, como en un abrazo firme pero formal.