
Eder. Óleo de Irene Gracia
Rafael Argullol
Rafael Argullol: En ese caso, aunque a mí las teorías conspiratorias nunca me han gustado y a veces me parecen algo infantiles, no deja de ser relevante la cierta coincidencia entre esa pandemia y una necesidad de ocultamiento de las consecuencias de la crisis económica.
Delfín Agudelo: Sin lugar a dudas los medios tienen un papel protagónico muy importante: ¿quién puede ser más feliz que el Banco Mundial y las bolsas al saber que no se está hablando de ellos, sino de una pandemia, de un virus invisible? Esto me parece un elemento clave en su "publicidad": un virus, invisible, que se transmite por contacto humano -que es muy sensible para nosotros por su terror-, ya que el contagio puede no provenir exclusivamente de otro tipo de especie. Prohíben los besos en Méjico, prohíben las masas, sugieren que los bebés no compartan juguetes… Esta invisibilidad absoluta, aquello que no podemos ver, que no deja de recordar la otra gran amenaza que hay ahora, publicada en El País hace poco, sobre el asteroide Apofis que pasará muy cerca de la tierra en el 2029 y 2036.
R.A.: La invisibilidad es lo que otorga más poder a la amenaza. Las amenazas visibles las podemos racionalizar; nos pueden causar más o menos miedo, más o menos incertidumbre, más o menos terror, pero al ser visibles se pueden acotar. La amenaza de un pozo, la amenaza de un puente, incluso la amenaza de una tempestad, es algo que se puede medir. En cambio la invisibilidad es completamente imposible de medir. En esto ocurre como en lo sagrado: el grado de sumisión que exige un dios invisible es mucho más contundente que el grado de sumisión de dioses visibles y totémicos que suscitan la idolatría, pero no suscitan el respeto y el terror que puede suscitar el dios invisible. De allí la tremenda fuerza que ha tenido el dios de las religiones monoteístas, porque es un dios invisible- el del cristianismo, judaísmo, del islamismo-, tienen un poder de hacerse respetar mucho más grande que los diosecitos animistas, por así decirlo. En igual medida la amenaza en cuanto más invisible verdaderamente más inquietante es para el ser humano. Yo incluso puedo explicar una secuencia interesante, y es que después de volver de un largo viaje la semana pasada desde Nueva Delhi a Barcelona, pasando por Munich, compré allí diarios españoles y me encontré con una amenaza verdaderamente peligrosa, y era que había más de cuatro millones de parados en España. En una ausencia de diez días se había numéricamente incrementado el número de parados: es una amenaza horrorosa, pero cuantificable.
En cambio, esos más de cuatro millones de parados han desparecido de las portadas de los periódicos esta semana gracias a la pandemia, la gripa porcina. Los titulares no están ocupados por los cuatro millones, sino por esto. Y ahí se añade muy oportunamente, como comentabas antes, el hecho de que los medios de comunicación, de manera muy curiosa, se han hecho ahora eco y resonancia de la futura amenaza de un asteroide, Apofis, que su primer acercamiento a la tierra llegará en el año 2029, y que en letra pequeña el propio periódico dice que la probabilidad de impacto es de cero, mientras que en el siguiente acercamiento, en el 2036, la posibilidad de impacto es de uno entre 45,000. Y sin embargo el titular con gran cuerpo tipográfico del periódico es "La amenaza viene del espacio". Con lo cual nos encontramos que de las tres amenazas posibles que en este momento se cruzan en España o cualquier otro país, la amenaza que está en la calle, la de los parados, queda mucho más relativa e invisible que la amenaza que está en el virus y que la amenaza que está en el espacio.