Rafael Argullol

Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, me ha parecido ver el de Marlowe.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres al detective creado por Raymond Chandler?
R.A.: Me refiero a Marlowe que estaría en la estela, formaría parte del linaje de los grandes detectives de la literatura occidental después de Edgar Allan Poe o Arthur Conan Doyle. Ahora le tocaba el turno a un nuevo mundo que es un mundo ya plenamente urbano y transatlántico, y además un mundo que está ya íntimamente entrelazado con el cine; es decir, un mundo literario en el cual la presencia de lo cinematográfico, incluso de manera estricta por los escenarios habituales de San Francisco y de Los Ángeles, es completamente imprescindible para entender esa nueva literatura. Con lo cual hay un continuo trasvase de esos textos literarios que van al cine y del mundo del cine que realimenta lo que son esos textos literarios. Marlowe, el detective de Chandler, casi está en las antípodas de Holmes. Es un hombre que está continuamente desbordado por las pasiones de la vida, no es un hombre en el cual la racionalidad o racionalismo sea la primera potencia en el trabajo del investigador, sino que casi diríamos que se mueve por un instinto oculto, un secreto sentido que a veces es pura entraña e instinto. También a diferencia de Holmes, que siempre suele resolver sus caso diríamos a través de una perfecta abstracción matemática, casi como si fuera un algoritmo, en el caso del personaje por Chandler el detective Marlowe queda como manchado de las propias sustancias del subsuelo, en los que se ve obligado a introducirse para resolver esos casos. En ese sentido es un personaje que está mucho más impregnado de lo que sería la noria de los vicios, pecados o pasiones de la metrópolis del siglo XX, que también tan bien ha sabido reflejar el cine negro. De ahí que gran parte de ese cine negro se nutriera o bien directamente del personaje Marlowe, o bien de otros detectives inspirados en él.