Rafael Argullol
Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros me he encontrado con el viejo espectro del Rey Lear.
Delfín Agudelo: Desde la primera visita no volvía a caminar a tu lado un espectro shakesperiano. Y es un buen regreso: el rey Lear.
R.A.: El Rey Lear para mí es desde luego el personaje favorito de toda la obra de Shakespeare. Creo que es el personaje más complejo, el que incluye más elementos ricos acerca de la condición humana y además el que incorpora también factores más enigmáticos. Si bien es cierto que en la gran mayoría de las obras de Shakespeare lo enigmático predomina- toda la trama de Hamlet es profundamente enigmática e incluso en una comedia onírica como el Sueño de una noche de verano es lo enigmático lo que prevalece- en todas ellas Shakespeare no es alguien que nunca abra por completo la cortina a los espectadores o la cortina a los lectores, sino que más bien le gusta jugar a velar y revelar. Esto llega a su máxima manifestación en el Rey Lear. Con respecto al cual, al personaje y a la obra, estoy seguro de que ningún lector, espectador o crítico puede llegar a decir exactamente de qué trata, de qué es exactamente prototipo el rey Lear. Si nos fijamos bien, el rey Lear puede ser una reflexión sobre la vejez, sobre la locura, sobre la contraposición entre la luz y la ceguera, sobre el poder, sobre la codicia, sobre la compasión; y yo creo que fundamentalmente es una reflexión sobre todas esas cosas expuestas simultáneamente. Y eso es la extrema dificultad y la enorme grandeza del rey y personaje Lear. Aquello que exigiría prácticamente un solo escenario para cada una de estas reflexiones o manifestaciones tiene que juntarse en una extraña tensión, en un juego de contradicciones que va asumiendo el propio itinerario o destino del rey Lear a medida en que avanza la obra. Es un personaje maravillosamente plural, también proteico pero no en el sentido de que cambie superficialmente de piel, sino en el sentido de que va exteriorizando una herida a través de la cual van urgiendo jirones de la condición humana. No hay ningún otro personaje en la historia del teatro, ni siquiera drama antiguo, y me atrevería a decir que del propio Shakespeare que lo haga de una manera tan rica. En Macbeth encontramos una reflexión sobre el poder; en Hamlet de la duda; en Julio César sobre la revolución y herencia; pero ninguno como el rey Lear que incorpora también la cuestión de los celos humanos y del amor paterno-filial, para incluir al mismo tiempo y en tensión todos estos factores.