
Sergio Ramírez
Pertenezco a la cultura de las historietas, que fueron el alimento de mi imaginación en la infancia, y regresando de Madrid a Managua he encontrado en una revista del avión la noticia de que Supermán, uno de mis héroes de entonces, cumple 80 años de haber aparecido por primera vez en meteórico vuelo por los cielos para defender a los débiles y castigar a los malvados. Sus creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster, dieron cuenta por primera vez de sus aventuras en el primer número de la revista Action Comics, que valía 10 centavos de dólar el ejemplar, y que se publicó en junio de 1938, cuando aún Estados Unidos sufría los efectos de la gran depresión.
En la portada de ese primer número, Supermán levanta en peso un automóvil Buick de color verde, de aquellos que parecían escarabajos, el mismo modelo que tenía el médico de mi pueblo, y los bandidos que viajaban en él huyen despavoridos. Traje de malla azul, la capa roja revoloteando al aire a sus espaldas. Ahora averiguo que ese traje fue inspirado por los que usaban los artistas de circo, trapecistas, malabaristas, el hombre bala que salía volando por la boca del cañón, y que usaba capa, como los magos.
Supermán podía entonces zarandear a los malvados, noquearlos a puño limpio, enviarlos en descalabro de huesos al hospital, incluso matarlos. Después, el editor de la revista prohibió semejantes desmanes, e impuso un código de honor a los superhéroes, empezando porque no podían quitar la vida a nadie.
Fue esta versión edulcorada la que yo conocí, un Supermán incapaz de matar una mosca, que debía entregar cumplidamente a los malhechores en manos de la policía.