Galería de espectros: el capitán Ahab
Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el espectro cojo del capitán Ahab.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres al capitán de Moby Dick?
R.A.: Sí, me refiero a ese personaje que verdaderamente es un personaje difícil de asumir y difícil identificarse con él, o a menos a mí me sucede porque soy alguien que comprende mucho más la cólera que la constancia en el rencor y en la venganza, como tiene el capitán Ahab. Ahora, también considero que es un personaje que una vez entras en su piel es muy difícil escapar de su fuerza, de su voluntad de poder nietzscheana y en esa competición que establece con su enemigo, con la ballena blanca, que es una competición claramente mística y teológica, aunque sea una teología perversa o una teología oscura, del mal. Cuando pienso en el capitán Ahab pienso en la isla de Nantucket, donde estaba la sede de los grandes barcos balleneros, y donde todo olía a una ballena. En ese bar donde se emborrachaban los marineros y sobre todo Ahab, que tenía todas las formas de un interior de la ballena, y el tema de conversación constante era la ballena y la caza de la ballena. Pero Ahab se desinteresaba de ese tema en su sentido económico, pragmático, en su sentido de supervivencia porque verdaderamente él únicamente está interesado en la persecución en una sola ballena, de un leviatán, de un monstruo que previamente le ha dejado cojo, le ha mutilado la pierna. Y eso se convierte en el centro de su única pasión, de su obsesión, de su vida, y se convierte también en una especie de duelo, de danza en la cual el capitán Ahab y Moby Dick parece que vayan intercambiando sus propios papeles. Y evidentemente eso le lleva a lo que sería la culminación del personaje que ninguno de sus tripulantes o marineros puede entender, porque pienso que su deseo es místico, que es el de finalmente clavar el arpón a Moby Dick, a la ballena blanca, y hundirse con ella en las profundidades como efectivamente sucede en la novela. Pero ese hundimiento no deja de ser paralelo o parecido a aquella unión o especie de penetración mutua que narran los místicos entre el que persigue a Dios y Dios mismo. Ahí nos encontraríamos con una especie de gran encuentro demoníaco entre un hombre que acaba identificando a Dios como su propio objeto de rencor, venganza, de pasión negativa. En cierto modo Moby Dick es el dios, el amigo, el amante, y evidentemente también la perdición del capitán Ahab.